Algunas veces hemos recordado que, en 1913, el tucumano Julio López Mañán propuso públicamente que nuestra provincia celebrara el Centenario formando una gran reserva en sus sectores de selva. El célebre naturalista Eduardo L. Holmberg (1852-1937), alabó calurosamente la idea, en una carta a López Mañán que publicó LA GACETA en diciembre de 1913.
Para Holmberg, esa idea era una "prioridad en nombre del sentido común", ya que "es extraño que aún no exista una reserva forestal dentro de la extensión que abarcan las selvas subtropicales del norte argentino". En el buen sentido, "reserva" debía significar un sector de territorio que el Estado toma a su cargo "para centrar allí todos sus elementos de cuidado y de progreso, a fin de transformar el pedazo que es bueno, en algo mucho más bueno aún".
Agregaba que "el día en que Tucumán se dé cuenta de lo que valen esos bosques de ceviles, de laureles, de alisos y de queñuas, y de lo que pueden y deben valer, eso, contra la inacción de los indiferentes, será una reserva en todo el sentido de la palabra. Tucumán habrá recubierto de bosques los valles en que no existen aquellos, y el clima se habrá transformado".
Destacaba que el cambio del clima, que era evidente, sólo podía ser detenido por el árbol. Pero como la repoblación de bosques era "una tarea lenta e indispensable", no podía quedar librada a la acción de los particulares. "La del Gobierno se impone, y he ahí porqué creo a ciegas en la utilidad de la reserva", decía Holmberg.