En 1820, desde Córdoba, el general Juan Bautista Bustos solicitó la reunión de un Congreso, ante el caos en que estaba sumido el país. El gobernador de Tucumán giró la convocatoria al Cabildo, que la trató el 13 de febrero. Se trataba de que la proyectada asamblea, "sin perder momento" elija "a un gobernante general que aumente el impulso al enemigo común; que organice el país del modo posible, y coopere a terminar amistosamente la guerra sangrienta" entre los gobiernos de Buenos Aires y Santa Fe.
Oída la opinión de dos letrados -los doctores Mariano Serrano y Gregorio Ferreyra- el Cabildo resolvió expresar al gobernador que era "de absoluta necesidad" el paso propuesto. Urgía "un congreso representante de todos los Pueblos de la unión", que "ponga en ejercicio la autoridad de ellos y dé impulso a todos los negocios relativos a la seguridad, defensa y prosperidad de los mismos pueblos". Como era necesario "recabar el uniforme consenso" de asuntos como éste, que implicaban una "tendencia general", solicitaba oficiar a los Cabildos de todas las ciudades y villas sobre un Congreso que "reasuma la potestad de dichos pueblos y los haga salir de la esfera de acéfalos". Si había acuerdo, debía autorizarse a los gobernadores para designar el lugar de la reunión.
En los párrafos finales, advertía el Cabildo que si "algún accidente imprevisto o alguna ocurrencia superviniente" impidieran la pronta reunión del Congreso, "esta provincia sabrá fijar su destino y consultar su felicidad sin desatender los intereses generales de la Patria, ni olvidar la estrecha unión que conserva con los demás del Estado que lleven por guía la defensa común".