El ayer pasó y el mañana es todavía incierto. Pensamiento, afirmación o idea. Los tres conceptos asaltan al visitante que llega a Santa Lucía. Con el marco de una energizante y radiante mañana, al tránsito por la avenida Libertador -la calle de acceso al casco urbano- indica que el tiempo es una referencia ineludible. Hubo un pretérito de bonanza y buenos propósitos, de crecimiento y disfrute. Pero de un día para otro se volvió éxodo, angustia, desencuentro, puja, confronto, dolor, terror, muerte, sumisión, resignación y rebeldía. Nada volvió a ser igual. No obstante, el presente sigue en deuda y el mañana algún día llegará.
La impresión es que en esta localidad del departamento Monteros, a 52 kilómetros de nuestra capital y a la vera de la transitada ruta hacia los Valles Calchaquíes -la provincial 307-, parecería que el tiempo es sólo la espera de un mañana improbable. O a lo mejor, una fecha segura, pero que no llega o que pasa y engendra otra espera.
En Santa Lucía, las casas -algunas de fines del siglo XIX, otras de los comienzos del XX, y las menos las más recientes- mantienen intactas sus estructuras y los vecinos se conocen desde hace años. Quizás por eso los foráneos se detectan a larga distancia. Y así cuesta entrar, dialogar y mucho más preguntar sin guía o presentador del lugar.
Al llegar a la rotonda de la cruz mayor, en la intersección de Libertador y Avellaneda, en diagonal hacia la iglesia, el vetusto y deteriorado edificio de la Comuna -alguna vez fue el casino del ingenio- agoniza. A la par, sobre Avellaneda y hacia el oeste, se encuentra el casco del ex ingenio Santa Lucía.
Apenas un depósito
La fábrica azucarera, fundada el 7 de noviembre de 1882 por la sociedad que integraban José Federico Moreno, Gerardo Constanti y Félix Aguinaga, hoy sólo funciona como depósito de melaza y alcohol. Tanto la estructura (desmantelada de maquinarias y a veces colmada de bolsas de azúcar) como el predio (provisto de gigantes tanques e inmensos piletones) pertenecen a la empresa Pamsa. Para visitar el ex ingenio se requiere de un permiso especial, previo trámite formal y prolongado. No obstante, el aroma que caracteriza al lugar es un indicativo más que elocuente para deducir qué se almacena en esas dependencias. Las moscas y los mosquitos también dejan pistas. El olor de la melaza y del alcohol impregna todo alrededor.
Las dos chimeneas, a pesar de los años y del deterioro, se mantienen en pie. Son símbolos de un pretérito industrial floreciente; reliquias de una época que los habitantes de Santa Lucía añoran.
Protagonistas
El primer administrador del ingenio fue Constanti, natural de Santiago de Compostela. Había emigrado de España para radicarse en Rosario de Santa Fe. En 1877 desembarcó en Tucumán junto a su madre, Lucía Rey Pérez; su esposa rosarina, Antonia López; y la hija del matrimonio, Lucía Constanti López. "Seguramente el nombre Santa Lucía se adoptó por ambas Lucía", dedujo la escritora Lucía Mercado en su libro "Los primeros habitantes".
Constanti murió el 28 de enero de 1884 -probablemente a causa de la epidemia de cólera- y tres años después, el 20 de diciembre de 1887, se retiró de la firma Aguinaga, que era el socio capitalista.
Moreno quedó como único propietario del ingenio, hasta que falleció en Córdoba el 10 de marzo de 1905, a los 65 años. Dejó establecido en su testamento que el ingenio y sus propiedades debían ser rematadas. El dinero recaudado se destinó a la construcción de escuelas y de hospitales y a obras de beneficencia (ver "Los pioneros").
El traspaso de la propiedad se formalizó el 19 de abril de 1907 y el ingenio quedó en poder de la Compañía Azucarera Santa Lucía (CASL). La formaban Eudoro Avellaneda, Evaristo Etchecopar, Lucas Zavaleta, José Frías Silva, Pedro Chenaut, Guillermo Erdmann, Ricardo Frías, Jerónimo Helguera, Brígido, Belisario y Juan Manuel Terán; y Julio Cainzo. A través de los años la CASL acumuló tierras y brindó ocupación a miles de personas. El pueblo también creció en torno de la fábrica. A partir de 1960 comenzaron los problemas económicos. Fue el fin de la bonanza y el inicio de terribles conflictos.