Es conocido que, en 1841, los enemigos del jefe de la Confederación, Juan Manuel de Rosas, planearon eliminarlo enviándole desde Montevideo, disimulado dentro de una caja, un artefacto explosivo. Rosas, ocupado, dejó el envoltorio sobre una mesa. Más tarde, su hija Manuelita se dispuso a abrirlo.
Cuando lo hizo, la tapa saltó con violencia y con un ruido seco: había fallado el disparador. Según el historiador Adolfo Saldías, el dispositivo constaba de "dieciséis cañones cargados a bala, superpuestos, con la boca hacia los bordes de la caja como otros tantos radios de un círculo, y unidos por dos resortes de percusión a ambos goznes de la tapa y de manera que al abrirla explotasen simultáneamente". La gente denominó "máquina infernal" a este terrorífico aparato, que hoy está en el Museo Histórico Nacional.
Los paisanos "federales" de Tucumán elaboraron un canto sobre el episodio -muy sonado en su tiempo, por cierto-, y Juan Alfonso Carrizo recogió los respectivos versos en su "Cancionero Popular de Tucumán".
Empezaba: "De la otra banda han mandado/ los de la ira venenosa/ una caja de regalo/ a quitar la vida a Rosas/". Luego narraba que Manuelita la quiso abrir. Y "la abrió con un modo suave/ pero se falseó la llave/ por eso le falló el tiro./ Ocurre toda la gente/ al ver esto que pasaba/ y el gran Rosas, continente/ la caja les presentaba/ con palabras ofertosas:/ ¡Oh, que caja peligrosa/ me han mandado estos malditos,/ con dieciocho cañoncitos/ a quitar la vida a un Rosas!".
El cantar finalizaba. "¡Unitarios traicioneros,/ que siempre han de ser rivales,/ en vano gastan dinero/ en contra de federales!"