El inglés L. Hugh de Bonelli, publicó en 1854 los dos tomos de su libro de viaje, "Travels in Bolivia with a tour across the Pampas to Buenos Ayres". Estuvo en Tucumán y lo narra en unas cuantas páginas.
Cuenta que en las amplias casas de la ciudad, las habitaciones "rodean a varios patios, e incluyen cuartos y cocinas para los sirvientes. A mano están un jardín y huerta de naranjos plantados en hileras. Este sombreado lugar está ocupado a menudo por la familia durante el día, debido a que el intenso calor del sol, que ingresa en alguna porción por las puertas, es insoportable".
Pero de noche, "cuando la luna está alta, la gente camina afuera para disfrutar del aire refrescante", lo que era la culminación "de todo lo encantador". A la entrada de cada casa se divisa "un selecto grupo de damas y caballeros en el placer de un intercambio social; las mayores, abanico en mano, vestidas de blanco con buen gusto, y exhibiendo, como sus ancestros españoles, una rosa solitaria como adorno en medio de su precioso cabello negro. Los apartamentos estaban bien iluminados y mostraban, a través de las ventanas abiertas, varios artículos dispuestos sobre un costoso y bien ornamentado mueble"
Se veían "grupos de damas, seguidos por sirvientas negras, apurándose para iniciar la ronda de visitas establecidas. Luego, a una hora más tardía, se congregaban en salones, y se divertían con cantos, música y bailando. En una determinada estación del año la mayoría de las familias de distinción de esta ciudad visitaban sus propiedades, y regresaban a la ciudad a ver sus negocios y almacenes".