Para ganar hay que tener muñeca. Juan Martín Del Potro la tuvo. Venció en tres sets (674, 6/4 y 6/2) en el primer punto por la semifinal de la Copa Davis que se empezó a disputar hoy en el colmado estadio de Parque Roca. Juan Martín del Potro fue de menor a mayor. Entró un jugador con dudas que no tiraba sus potentes mazazos. En frente estaba la habilidad del checo Radek Stepanek que se desmoronó rápidamente cuando vio que su estrategia no alcanzaba.

El checo se apoyó en su drop que siempre funcionó porque caía muerta la pelota del otro lado, pero se encontró con Del Potro que la hacía revivir y la devolvía al fondo o (como en el tercer set) con sutiles toques a los costados.

El primer set Del Potro se consolidó con saques certeros, que se destacaban por su precisión cerca de la T y cuando fallaba e segundo saque se abría lo suficiente como para que el checo terminara dejándola en la red. Fue en el octavo game donde casi se viene todo abajo. El público levantó el ánimo del argentino que después de estar dos break abajo y hasta de cometer falta por pisar línea al sacar se recuperó para ganar y en el game siguiente quebrar a Stepanek.

El checo se apoyó en saques que siempre fueron previsible para Del Potro y en sus drops, certeros, pero ni eficaces.

El segundo set Del Potro ya tenía las espaldas anchas. En el quinto game ya tenía quiebres a favor y Stepanek tenía dos problemas: sus drops no servían y los tiros con slices del tandilense. Cada vez que quiso devolver esas pelotas terminaron en la red. En el tercer set, el checo ya estaba enojado. Discutió con el árbitro alemán en inglés, protestó, tiró largas todas las pelotas con las que Del Potro lo exigió y de nuevo se sintió burlado cuando sus drops eran devueltos por Del Potro con la sutileza de bailarín.

Del Potro puso su muñeca. A la izquierda la usó poco, la cabeza lo ayudó para ir creciendo a medida que avanzaba el partido y cada vez que sintió que el calor o que la insoportable bocina de la tribuna checa lo aturdían se paró el público para levantarlo, empujarlo, animarlo y hasta para darle sombra si es que el sol le quemaba las idea.

Por eso lloró al final, porque no fue el mejor partido, porque no hubo lucimientos. En la cancha estuvo un profesional con su gente a la que le ofrendó sus lágrimas. El mejor agradecimiento. LA GACETA©