El viernes de Copa Davis dejó los esperados y lógicos triunfos de Juan Martín Del Potro y Thomas Berdych y, hacia adelante, dos jornadas con innumerables alternativas. Hasta aquí la letra fría para decir lo que no puede faltar. Del resto, como siempre, todo depende del lugar en el que nos situemos para mirar la acción y sus consecuencias. Juan Martín ganó, con algún susto en el primer set, y con mucha tranquilidad en los dos restantes. Fue 6-4, 6-4 y 6-2 ante Radek Stepanek. Puso en cancha sólo lo necesario para sacar adelante el resultado sin arriesgar de más, pensando en su ayer ausente dolor en la muñeca izquierda. Como tantas veces, manejó situaciones y momentos para dosificar intensidad y variantes. Así es él, así es su tenis.

También de acuerdo a sus características de siempre, Juan Mónaco hizo lo suyo. Buscó, peleó, intentó. Volvió a intentar. A puntos estuvo, exactamente seis, de la mejor victoria de su carrera. Convertido en un jugador distinto en este 2012, más picante, más maduro, encontró los lugares tenísticos para desafiar a Berdych. Y si no le ganó fue porque no pudo, en el momento favorable, sostener la intensidad frente a alguien que es mejor que él. A veces a las derrotas, aún a las más duras, no hay que buscarles demasiadas vueltas. La gente lo entendió así y le regaló a Juan, que perdió 1-6, 6-4, 6-1, 4-6 y 4-6, la ovación más fuerte de la jornada.

Fuera de la acción propiamente dicha, un par de situaciones reflejan un clima interno que no es el mejor. Del Potro se mostró distante de Jaite, casi no lo miró en los cambios de lado. Y, para algunos un detalle y para varios algo más que eso, festejó los puntos salientes mirando a su entrenador y preparador físico, quienes vestidos sin la ropa oficial, no estuvieron sentados junto al resto del equipo argentino.