En una semana de gala, con banderas y globos al tono, el que se pinchó fue el equipo. Lo hecho no fue catastrófico, pero golpeó igual. San Martín no fue ese team efectivísimo de los últimos dos partidos, justo contra Guaraní, que llegaba como rival ideal para ponerle el moño al aniversario 103.
El equipo pagó carísimo haber entrado dormido. El rival le sacó el jugo a su siesta: la certificó en el arco. Pero la daga hizo reaccionar al anfitrión, y ahí fue otra la historia. Con un Gustavo Ibáñez como el de antaño, el "santo" se mandó y buscó esa vuelta de tuerca necesaria para ajustar toda máquina. Encontró lo que buscaba de la mano del "Ratón", y de la cabeza de su tocayo y socio ideal. Balvorín mandó el testaso adentro y dio rienda suelta a la ilusión.
Es que el rival, que jamás había podido ganar lejos de sus dominios, cayó en pretensiones y se acomodó con lo que ya había cosechado. Por eso San Martín se frotaba las manos. Quería la pócima que endulzara por completo la remontada. Pero el sueño se volvió pesadilla. La red no se sacudió más y al protagonismo se lo robaron entre los barras que empañaron todo lo bueno de una semana de celebraciones y el resto de los hinchas, que intentó ponerles los puntos a los violentos, como pudo, a puro aliento para el club de sus amores.
Culpar a los parates
sería analizar el asunto desde un único bando. "No quiero opinar a cerca de lo que ocurrió en las tribunas, ni decir que las pausas nos complicaron, porque eso también lo puede decir el rival", explicó Carlos Ramacciotti, bien autocrítico. El DT sabe que el equipo fue una cosa en el primer tiempo, y que para el complemento se desinfló. "Aunque no lo hicimos, nos vamos como si hubiésemos perdido. Fue un paso atrás. Lo único que rescatamos es el hecho de seguir invictos en nuestra casa", dijo.
Se sacaron siete puntos de los últimos nueve, le chiflaron a "Rama" después, pero él fue aún más claro: "igual lloro por los dos que se nos escaparon acá". La bronca es por no haber devuelto a la gente eso que les regaló desde las gradas. La ofrenda ideal para ellos eran los tres puntos.
El que la sacó de taquito fue Guaraní, que con todas sus carencias se fue de La Ciudadela con un buen recuerdo y dejó al "santo" consciente de que nada le llegará de arriba, y que no se puede vivir de los buenos momentos. Simplemente hay que saber convertirlos en realidad para mantenerse prendido. ¿Hay confianza? Sobra.