La rotación de los cultivos es una técnica consistente en no realizar las mismas plantaciones y en el mismo lugar. Este tipo de técnica es muy habitual, por ejemplo, entre gramíneas y oleaginosas.

También se da con plantas que tienen las raíces profundas y otras que las tienen superficiales o con plantas que requieren un abonado diferente.

La rotación de cultivos se ha empleado desde tiempo atrás como método para evitar el desgaste del suelo y para que no se desarrollen las plagas o enfermedades de las plantas.

Con la aparición de los tratamientos fitosanitarios y los abonos químicos, así como la utilización de técnicas agrícolas, se consiguió desde hace muchos años prescindir de la rotación de cultivos.

Sin embargo, la práctica cada vez mayor de una agricultura biológica, en la que se intenta prescindir al máximo de insecticidas o pesticidas químicos y en la que se aboga por la utilización cada vez más abundante de fertilizantes naturales, ha vuelto a poner en su sitio las ventajas de la rotación de los cultivos.

La rotación de cultivos no solamente se da entre grupos de alimentos diferentes sino entre grupos afines. Esta técnica implica, por ejemplo, que ciertas verduras u hortalizas no deben plantarse siempre en los mismos lugares. Se ha comprobado que, si se implantan estas variedades en el mismo sitio, se suele fomentar la aparición de enfermedades.

Así, en otro ejemplo, si se plantan verduras de la familia de las coles -col, repollo, col de Bruselas, col rizada, entre otras- en el mismo sitio y de una manera seguida, al cabo de poco tiempo se desarrollan abundantes plagas que afectan a estas plantas. Por el contrario, si su cultivo se alterna con otras plantas, como guisantes, espinacas o zanahorias, estas enfermedades están mucho más controladas y no hace falta utilizar plaguicidas.