Lo bueno de saber que peor no se puede jugar es que a la siguiente salida la mejoría, aunque leve, es evidente. Más o menos eso es lo que le pasó a Boca. Este Boca que no pegó una ante Toluca y que ni con Carlos Bianchi en el banco puede encontrar el juego sólido, vistoso o contundente, por nombrar sólo un par de carencias del equipo. Ayer Tigre también estuvo en falta, por eso el marcador se congeló en el 0 a 0.
De entrada el "xeneize" fue más. Como pudo, pero más. En la pésima puntería estuvo el problema; sobre todo en la del pibe Guillermo Fernández, autor de los peores despilfarros. La defensa -bajo la lupa de principio a fin- rindió, lejos de la perfección, pero lo suficiente como para esta vez no dejar todo en manos de Agustín Orión. La inclusión de Claudio Pérez en lugar de Matías Caruzzo (suspendido) fue un acierto, y sin duda la poca marca de Emiliano Albín en el lateral derecho sobra para superar lo que Franco Sosa y Cristian Cellay tuvieron para mostrar en su lugar, en duelos anteriores.
Un Tigre que se animaba de a ratos y un Boca con ganas pero con 0 ideas para lastimar fue la posta de lo que con el correr de los minutos se fue convirtiendo en un partido horrible. El "matador" se agrandó por la pobreza ofensiva de la visita, que pasó de fallar en el toque final a no gestar ni una sola chance de peligro. ¿El trabajo de los delanteros? un verdadero cero a la izquierda. Boca se conformó temprano con el empate, como si aquello fuera solución de algo. Pero...
El camino es largo y de eso se llevará el "Virrey" para algún día dar con un equipo que, más allá de los resultados, juegue a lo que la gente le pide, o al menos inspire un poco de confianza.