Es uno de los grandes flagelos de nuestro tiempo. No respeta edad ni condición social. Está instalada en casi todos los estratos, incluyendo el poder. También es un negocio millonario y quienes lo manejan no están dispuestos a abandonar. Pese a que se la combate, la droga avanza vertiginosamente. Según un reciente informe de la Organización de Estados Americanos (OEA), alrededor del 45% de los consumidores de cocaína del mundo, así como la mitad de los de heroína y una cuarta parte del total de los de marihuana están en América. El consumo de sustancias ilegales genera en el continente un negocio que solo en los mercados de venta minorista de drogas se sitúa en unos 151.000 millones de dólares.
En Tucumán, la historia no es diferente. Durante años se dijo que la provincia era sólo una zona de tránsito, pero cayó en el consumo, y a la igual que sucede en otras geografías, la droga se ha convertido en un medio de vida para familias enteras. En nuestra edición de ayer, informamos que la Dirección General de Drogas Peligrosas (Digedrop) de la Policía detuvo a una familia de nueve personas, de entre 19 y 48 años, que vendía cocaína, en tres viviendas del barrio Antena, de Alderetes, una situada frente a un jardín de infantes. La jefa de la organización tiene 27 años. Los investigadores habían observado que los detenidos habían subido llamativamente su nivel económico: adquisición de motocicletas 0 Km, refacciones en las casas y compra de electrodomésticos. Hallaron en las tres viviendas 400 ravioles, 30 tizas y seis piedras de cocaína, además de $ 3.000, celulares, documentación y otros elementos. Cuando la Policía inició los allanamientos, los vecinos trataron de impedirlo.
Hace menos de una semana, la Digedrop había detenido a los miembros de otra familia que vendían estupefacientes en el barrio Piloto, de Alderetes, y tenían dos "sucursales" en el barrio Antena. Anteriormente habían estado en prisión por la misma causa. Al salir de la cárcel donde había sido recluido por homicidio, el líder de la banda había pasado de movilizarse en una bicicleta vieja a una moto de gran cilindrada, además de realizar refacciones en su casa.
Hasta ahora se ha combatido principalmente este flagelo con la acción policial. La Digedrop y la Gendarmería efectúan constantemente operativos, generalmente exitosos. Sin embargo, los dealers brotan como hongos y casi nunca se llega a detener al traficante principal. No se deja de ser preocupante que haya cada vez más familias que hacen de la droga un medio de vida.
Se ha propuesto la despenalización del consumo de drogas como un modo de eliminar al narcotraficante. Ese debate sigue todavía pendiente en nuestro país. Más allá de si ello será o no efectivo, creemos que se debería diseñar una política integral para luchar contra la droga, haciendo base en la educación, en la generación de empleo o en la formación de cooperativas o alfabetización de los grupos en riesgo, en el tratamiento de los adictos. Esta visto, por ejemplo, que no basta con dar charlas en los colegios. Tal vez sería más eficaz si los estudiantes tuviesen acceso directo a los testimonios de los enfermos en vía de recuperación y de sus familiares o si se estimulara que participaran en tareas solidarias para que tomaran conciencia de realidades duras. Se trata de una decisión del Estado combatir con decisión este flagelo y proteger la salud y la vida de los tucumanos, particularmente de los jóvenes.