Paren. Paren ya. De una vez. Y hagan algo. Porque ya son demasiados los argentinos muertos en las vías del ferrocarril Sarmiento, en sus dos modalidades: la privatizada y la de gestión en la que interviene el Estado. Porque la única diferencia, al final, es que una es más sanguinaria que la otra.
Paren y miren. Hace 16 meses, 52 personas perdieron la vida porque el tren no frenó en la estación de Once. Y ahora, el jueves pasado, otra formación tampoco frenó y perecieron tres seres humanos más. Hubo 315 heridos. Medio centenar continúa internado. Cinco están muy graves.
Paren, miren y escuchen. "La única verdad es la realidad", dijo el hombre que fundó el movimiento gracias al cual están en el Gobierno. Pero actúan como si la realidad fuera secundaria y la única verdad fuera el relato, que es como llaman a esa prédica visiblemente descarrilada.
Pero, sobre todo, escúchense. Hay hombres y mujeres que habitan el suelo argentino muertos o traumatizados, y uno de sus referentes "estrella", Luis D'Elia, escribió en las redes sociales que la tragedia anual sobre rieles de esta gestión, en realidad, se trató de un complot opositor contra la candidatura del Ministro del Interior y de Transporte. Y Agustina Kämpfer, la pareja del vicepresidente, escasamente Amado Boudou, también escribió que la mañana del jueves sangriento no podía ser más hermosa. Eso explica tantas cosas en esa relación...
Y el ministro candidato, Florencio Randazzo, le pidió a todos y a todas que sean prudentes y responsables con las declaraciones acerca de este hecho que torna proféticos los viejos carteles en equis donde se lee "Cuidado con los trenes". ¿No se están escuchando? ¿Cómo van a pedir prudencia y responsabilidad ustedes? Cuando la masacre de Once, sus funcionarios dijeron que la culpa era de esa mala costumbre de los argentinos de viajar en el primer vagón. Si hasta le echaron la culpa al almanaque: si hubiera ocurrido durante un fin de semana, habría habido menos muertos, evaluaron. Nosotros también -es cierto- deberíamos haberlos escuchado aquella vez: jamás dijeron que eso no iba a ocurrir. Mucho menos, que no se repetiría. Sólo se lamentaron de que pasara durante el día equivocado...
¿Y la revolución?
Ahora, como si no bastara, hasta se animaron a decir que el transporte es materia pendiente, pero que el Sarmiento anda mejor. ¿Mejor? ¿Cuál es el parámetro comparativo? ¿Sigue chocando, pero bajaron la tasa de siniestralidad de 52 muertos a sólo tres occisos por tragedia?
Eso sí, la Presidenta tomó el toro por las astas: dijo que siente "un poquito de bronca e impotencia". ¿Sólo un poquito? Seguro, entonces, que ya se le va a pasar. Incluso, más rápido que el "bastantito" de Once, cuando demoró cinco días en manifestar algo al respecto.
De paso: ¿ya no hablan de la revolución ferroviaria, como hasta unas semanitas? ¿O ella también viajaba en el tren que reventó a todos esos compatriotas?
¿Y la redistribución?
Esta no es la década ganada, sino la década "ganado". Así escribió alguien en Twitter. Duele en las tripas esa cabronada. Y no porque refiera irónicamente a la forma en la que viajan los ciudadanos, sino porque describe por un instante la oprobiosa manera en la que mueren los argentinos. De a decenas. Y decenas. Año tras año. Alguien dice que debiera obligarse a los que gobiernan a que viajen en esos trenes, y a que se atiendan en los hospitales estatales, y a que usen PAMI por obra social, y a que eduquen a sus hijos y nietos en las escuelas públicas... Imposible: a diferencia de los administradores de la cosa pública, los argentinos no somos tan crueles.
Más o menos en esta parte es cuando los votados se declaran víctimas de los votantes. Y empiezan a rezar su rosario de misterios gloriosos: los que tienen "algo" que decir contra el Gobierno son un quinteto de golpistas, gorilas, destituyentes, oligarcas y corporativos. ¿Y los que tienen "de todo" para decir de esta gestión? Que no se olvide: en realidad, los que critican están contra la redistribución de la riqueza. Hablemos de eso, entonces.
Sin pretenciones bautismales, esta es, largamente, la década subsidiada. En ella, el subsidio insignia del kirchnerismo es la Asignación Universal por Hijo, y está bien que así sea porque es una verdadera herramienta de mejor distribución del ingreso. Y con todas las letras: transfiere dinero de manera directa a los argentinos más pobres. Para expresarlo en cifras: ahora que tuvo una mejora del 35,3% (pasó de $ 340 a $ 460 por hijo), este subsidio que alcanza a 3,4 millones de niños representará para el erario una erogación total de $ 18.750 millones para todo el año.
El contraste para esos números se encuentra en volumen global de la totalidad de los subsidios que otorga el Gobierno nacional, los cuales se comen ya el 4% del PBI argentino. O sea, unos 20.000 millones, pero no de pesos, como la Asignación Universal por Hijo, sino de dólares. Léase, la Nación gasta en promedio unas ocho veces más plata en la totalidad de los subsidios que otorga, que en la asistencia específicamente destinada a los sectores más desfavorecidos.
Según los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), citados por Clarín, el 20% más pobre de la población se beneficia con el 6% del subsidio total, mientras el 20% más rico se apropia del 43% del total de los subsidios. Pero se sabe que ese grupo, al cual Néstor Kirchner le aprobó generosamente la fusión de Multicanal con Cablevisión, miente.
¿A dónde va, entonces, el grueso de los subsidios nacionales, que termina beneficiando a los ricos seis veces más que a los pobres? Básicamente, a dos áreas. La energía y, por increíblemente descarado que parezca en estos momentos, al transporte.
¿Y la promesa?
En la década subsidiada, los trenes chocan en el ferrocarril Sarmiento, pero también impactan en este provincia. Directa y desvergonzadamente. Cada vez que un tucumano paga un impuesto, paga subsidios para que el Gobierno nacional no se canse de ver cómo se estrellan vagones y vidas.
Claro que, temprano nomás, y al igual que en la matanza de Once, en esta nueva devastación sobre el ferrocarril Sarmiento el oficialismo ya instaló la teoría de la falla humana. Y para todos esos que andan repitiendo que "la Justicia lenta no es Justicia", ya están presos dos motorman y sus respectivos acompañantes. ¿No era que "gorila" es el que está contra los trabajadores? Justamente, el problema es que hay otras hipótesis.
El gremio ferroviario dice que la formación 3727 chapa 1 de doble piso que embistió a otra que estaba detenida, tenía problemas de frenos. Y que, por eso, los trabajadores de la línea no querían que saliera. Desde el Gobierno y la empresa que gestiona el servicio aseguran, en cambio, que el tren había sido sometido a una "intervención profunda recientemente".
Habrá que creerle a los funcionarios, por supuesto. Pese a lo que hicieron en 2009, cuando anunciaron la reanudación del servicio de pasajeros entre San Miguel de Tucumán y Tafí Viejo. E hicieron trabajos de remodelación en las estaciones Central Córdoba y Ciudad del Limón. Y trajeron un coche: una dupla "Apolo". Y lo hicieron andar el 18 de junio de hace ya cuatro años. A diez días de la elección de parlamentarios nacionales. "Impresionante", se emocionó la Presidenta, por teleconferencia. "Estamos felices los tucumanos", dijo aquí el gobernador, acompañado de su esposa, entonces diputada y candidata a senadora. Pero el tren anduvo ese día y nunca más. Fue un literal camino de ida. Y 600 días después, José Alperovich cambió el libreto. "No sé qué va a pasar, porque hay que reparar la vía y la plata la tiene que poner la Nación. No voy a permitir que vuelva a circular el tren hasta que no se haga bien toda la reparación". Qué suerte que haya mandatarios que cuiden tanto de su pueblo. Y que reconozcan que hay inseguridad, aunque más no sea después de 10 años en el Gobierno. Porque si, según el tango, "20 años no es nada", ¿qué es apenas una década?
¿Y la obra?
Habrá que creerle a los funcionarios K, aunque en la Nación figure que el ramal San Miguel de Tucumán - Concepción del ferrocarril es una obra reparada, terminada y entregada, por un total de $ 8 millones ya pagados. En el Senado, el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, ratificó que todo estaba finalizado. Debe ser que los 15.000 tucumanos dejados en el andén por el "modelo", que ocupan las vías por patio trasero de sus casillas, se hacen los otarios.
Habrá que creerles a los funcionarios de un Estado que, en vez de invertir como se debía en infraestructura ferroviaria, pasó 10 años entregando subsidios multimillonarios para que empresas más dudosas que freno de tren argentino hicieran esa infraestructura que, es obvio, no está.
Habrá que creerles porque anunciaron el soterramiento del Sarmiento casi tantas veces como muertos hay sobre sus vías. Lo único de ese ferrocarril que está bajo tierra son sus usuarios. Ellos testimonian la década chocada y enterrada.
Habrá que creerles porque los que "olvidaron" del tren a Tafí Viejo, o pagaron millones por la inexistente recuperación del ramal Concepción - capital, de ninguna manera registrarían un par de frenos como reparados si, en realidad, no lo están.
¿Y el culpable?
Por esto, la discusión sobre el horror del Sarmiento es una discusión tucumana. Los millones de pesos de los contribuyentes tucumanos con que nada hicieron para evitar dos tragedias, son los mismos millones con los que tampoco concretaron las promesas ferroviarias que hicieron en campaña. Y, por supuesto, son los mismos millones que sí cobraron a cambio de la misma nada.
Por todo esto hay que aclarar que esta no es la década en la cual nos están matando con los recursos de nuestros propios tributos, porque para que fuese así debería haber, por lo menos, un culpable. Como no lo hay, son los argentinos los que se está muriendo por sí mismos. Así que esta es, más bien, la década en que, con nuestros propios impuestos, nos están suicidando.