Leonardo Gasparini, economista de la Universidad Nacional de La Plata, sostiene que Argentina se fue a pique en materia de pobreza, desigualdad y distribución del ingreso por tres motivos:
1) Los terremotos -más que crisis- de fines de los 80 y 2001-2002. "Fueron procesos que destruyeron igualdad en forma trágica", apunta Gasparini.
2) Las reformas de mercado y apertura comercial implementadas tras el último golpe cívico-militar (1976-1983) y las políticas neoliberales implementadas por Carlos Menem y Fernando de la Rúa. "Implicaron una modernización muy brusca de la economía, que redujo fuertemente la demanda de trabajo no calificado con efectos sobre el desempleo, la pobreza y la desigualdad -explicó el experto-. Y todo en un marco de contención social muy frágil".
3) Gasparini se refiere a círculos viciosos cuando habla de la segregación escolar y barrial. "El auge de escuelas y barrios privados ha dividido más la sociedad: esa división -y en particular la huida de las clases medias hacia escuelas privadas- es fuente de desigualdades futuras", resume.
Un estudio del Instituto de la Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (Ispeci) indica que el 24,05% de los argentinos son pobres, y el 5,60% se ubica en el último escalón: el de la indigencia. Esa cifra aumenta tratándose de Tucumán, ya que según el Ispeci en la provincia la pobreza alcanza al 27,83% de los habitantes. Los datos contrastan violentamente con los del Indec, cuya estadística indica que apenas el 5,4% de los argentinos son pobres. Claro que para el Indec la canasta básica cuesta $731 por mes, mientras que el Ispeci la valora en $ 1.868.
El método usual para medir la distribución del ingreso es el índice de Gini, que suele basarse en el ingreso per cápita familiar. El coeficiente varía entre 0 (el ideal) y 1 (la máxima desigualdad). La Presidenta de la Nación anunció que el índice bajó de 0,410 a 0,407 entre 2011 y 2012. Cuando estalló la burbuja de la convertibilidad había escalado por arriba de 0,500.
Se considera que una medición entre 0,400 y 0,600 refleja sociedades desiguales, lejos del envidiable estándar de los países escandinavos o centroeuropeos (no pasan de 0,260).
El corazón del problema sigue siendo el mismo: la desproporción en el reparto de la riqueza. Que pocos ganan mucho y que muchos ganan poco y -en algunos casos- nada. Todos estos datos macroeconómicos bajan al día a día en forma de exclusión y, por ende, de inseguridad, entre muchas otras derivaciones. La masa de miles de jóvenes que no estudian ni trabajan, esos que emergen a medida que el ciudadano va cruzando los cordones del conurbano tucumano, representan la gran deuda del modelo.
El Gobierno nacional ha logrado avances, entre ellos la Asignación Universal por Hijo, antigua lucha de numerosos actores sociales, muchos de ellos instalados hoy en la vereda del frente de los K. Es la clase de política, como la recuperación del sistema previsional, que le permitió a Cristina Kirchner alcanzar el 54% de los votos.
Habrá que ver si aparecen herramientas capaces de achicar definitivamente la brecha y permitirle al país recuperar la condición de menos desigual de la región. La Cepal pronostica un crecimiento del 3,5% para este año, lejos de las tasas chinas de la década pasada pero mejor que en 2012. Economistas cercanos al gobierno están discutiendo -en serio- una reforma tributaria en la que no puede faltar un impuesto a la renta financiera. O sea, gravar a los que más tienen. Parece mentira, pero en la Argentina al IVA lo siguen soportando los más aplastados por la pirámide.