Si José Alperovich tenía alguna duda, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias de hace seis días sirvieron para enrostrarle en la cara cuán traumática será la transición del poder hacia 2015. Porque, en definitiva, el silbato que dio inicio al juego por la sucesión gubernamental sonó a las 18 de ese fatídico domingo 11 para el alperovichismo.
El gobernador ganó las PASO, es cierto, pero los que festejaron fueron otros. Ni siquiera salió a levantar los brazos de sus candidatos. Esa noche, toleró frente a sus narices que Armando "El Tremendo" Cortalezzi y Germán "El Travieso" Alfaro se cruzaran feo, y no recriminó nada. "Si todos hubiésemos puesto la cara", les dijo el bravucón interventor de la Caja Popular de Ahorros cuando ingresó al antedespacho y se topó de frente con los amayistas. "Si vos te hubieses dedicado a trabajar y no a pelear", le retrucó el concejal a la vista de todos. Segundos después, la tropa capitalina dejó la Casa de Gobierno en silencio, aunque por poco tiempo. ¿Acaso estamos frente al ocaso del hombre que hizo lo que quiso, cuando quiso y como quiso en Tucumán en los últimos 10 años? Probablemente, la respuesta sea afirmativa y se confirme después del 27 de octubre.
Hasta no hace mucho tiempo, nadie hubiese intercambiado tarascones frente a Alperovich. Nadie, tampoco, lo hubiese criticado en persona, a pocos metros: el martes, Domingo Amaya y el decaído mandamás recorrieron obras juntos, como si nada hubiera pasado el fin de semana anterior. Pero apenas el gobernador subió a la combi, el intendente se encargó de enlodar aún más la figura de Cortalezzi y de echar un poquito más de nafta a la hoguera oficialista: criticó el armado de la lista de candidatos a diputados, al exponer que faltó una cara visible de la capital en la nómina. Alperovich, ya camino a la Casa de Gobierno, insultó al aire, suspiró, y guardó silencio. Desde Buenos Aires, pidió expresamente a los suyos que no respondan la "mojada de oreja" del amayismo. "A mi vuelta veremos qué hacemos", fue el mensaje que dejó antes de partir de retiro espiritual hacia Medio Oriente.
Abatido y desorientado
Alperovich, hoy, está abatido y desorientado. Algunas de sus características, como la agresividad y la iniciativa política, desaparecieron desde que empezó su tercer mandato al frente del Poder Ejecutivo.
El 2012 fue uno de los peores años para el mandatario: se le comenzó a animar el amayismo, resurgió su enemigo íntimo Carlos Cisneros y la llegada de la senadora Beatriz Rojkés a la conducción del Congreso lo instaló en la primera plana nacional, pero no para bien: se convirtió en el centro de las críticas de los medios. El gobernador inició su última gestión ensimismado, rodeado de familiares y amigos y cada vez más alejado del peronismo. El ascenso de Oscar Bercovich es un ejemplo: las últimas dos vacantes que se produjeron fueron cubiertas por el nuevo "joven maravilla" del Gobierno. Sin recambio y aislado, comenzó a echar mano a lo poco que le queda a su lado.
El decaimiento, entonces, no es nuevo, pero las PASO lo profundizaron. Hasta aquí, el mandatario supo controlar al indócil peronismo porque la reforma constitucional lo convirtió en cancerbero de la Casa de Gobierno. Ahora que perdió las llaves, deberá darse mañas para encontrar una ventana hacia 2015. Eso, dicen, es lo que fue a replantearse en Israel junto a Jorge Gassenbauer, el único de los pocos que lo rodean en quien confía.
¿Puede en lo inmediato haber cambios viscerales en el oficialismo? Difícilmente los haya, porque Alperovich necesita retener las tres bancas de diputados en las elecciones generales de octubre. Por eso el pedido de prudencia a sus legisladores y concejales. El gobernador entiende que no puede ser él quien rompa con el amayismo, sino los capitalinos los que griten su independencia. La oposición, con el radical José Cano envalentonadísimo, quedó en la gatera: a menos de 15.000 votos de arrebatarle un escaño. El tufillo de una derrota le sopla en la nuca y lo persigue, de ahí que todos le recomienden pasar por alto las revueltas internas.
Pegó primero
A Alperovich, tanto oficialistas como opositores, le comenzaron a perder el respeto. En buena medida, la arremetida es posible gracias a sus propios desaciertos. Desde el año pasado ya padece el síndrome del "gobernador sin reforma". Por eso camina errático, dubitativo, cabizbajo y desguarnecido.
El intendente Amaya, después de tanto dudar, lo "trompeó". El ex secretario de Turismo de Julio Miranda venía amagando desde hacía tiempo, y las PASO le sirvieron de excusa perfecta para arrinconarlo.
En la Municipalidad sostienen que en la capital el oficialismo jugó sin arquero en las últimas elecciones. Una metáfora para argumentar que el empate técnico obedece a que la nómina alperovichista no tenía un referente de peso de la estructura municipal. Esa teoría del amayismo es cierta: la lista con Juan Manzur a la cabeza no sedujo a nadie, ni siquiera a los peronistas más verticalistas. Pero, también, suena a excusa ideal para un amayismo en fuga del alperovichismo. De hecho, la última vez que el intendente tuvo a alguien suyo entre los candidatos a diputados fue en 2007, con el propio Alfaro. En todos estos años, no alzó la voz para quejarse por el ninguneo, y trabajó por igual en cada comicio. Hoy, en cambio, la debilidad de Alperovich se huele, y por eso los municipales avanzan a como dé lugar.
Culpas compartidas
El intendente sueña, legítimamente, con que el amayismo sucederá al alperovichismo, y siente que 2015 es su última oportunidad. Por eso apura una definición en el oficialismo. En todas las encuestas que encarga la Casa de Gobierno, Amaya aparece en el podio junto al matrimonio gobernante. Manzur, en cambio, no. Y sin embargo fue siempre el elegido por Alperovich. El peronismo, acostumbrado a tragarse sapos -como graficó el senador Sergio Mansilla-, esta vez les cerró la boca a los intrusos.
Las elecciones del domingo lo demuestran. Si el alperovichismo apeló a todos los recursos clientelares a su alcance para arremeter contra todos, y no lo logró, es porque en buena medida la propia dirigencia le dijo basta a un Gobierno del que son parte, pero que en pocas ocasiones los representó. La primera reacción oficial poselectoral fue repartir culpas al cristinismo. La inflación y la permanente confrontación de la Casa Rosada pueden haber influido en el voto de un sector de la sociedad tucumana. Pero también hubo un voto castigo contra el alperovichismo que no provino sólo de espacios opositores, sino internos. Los encargados de movilizar autos para trasladar votantes admiten que ellos mismos llevaron "a la contra" a poner las boletas.
Ahora, ¿fue un mensaje contra Manzur? Difícilmente. El vicegobernador en uso de licencia y ministro de Salud nacional es resistido por muchísimos fundamentalistas del Gobierno, pero las quejas apuntaron directamente al gobernador. Él fue quien "sobró" la jugada y desafió el humor social con su siempre sonriente ladero. Improvisó y le salió mal, porque en lugar de instalar la figura gobernable de Manzur, lo dejó con la lengua afuera, exhausto. Tan mal le fue que las PASO pueden costarle carísimo: quién le garantiza que hacia octubre la caída no vaya a ser peor. Si desde adentro se le animaron en el ensayo de las Primarias, por qué no habrían de hacerlo en el partido, cuando se juegue "por los puntos".
Sin hipnosis
Alperovich necesitaba llegar al 50% de adhesión por Manzur, aunque también por él. Con menos de la mitad del electorado de su lado, imponer una reforma constitucional suena a delirio, porque no tendría espaldas para soportar el desgaste que esa intentona representaría. Con más de ese porcentaje, al menos hubiera extendido la melodía que hipnotiza a la mayoría de los intendentes, legisladores y concejales: la reelección indefinida.
Tras el resultado del domingo, no son pocos los referentes peronistas con experiencia que comenzaron a armar las valijas, porque intuyen que el poder migrará indefectiblemente y ellos deberán mudarse. ¿Hacia Amaya? ¿Hacia Manzur? ¿Hacia el radical Cano? Es el trío que ya está lanzado, pero que hasta podría acabar en un dúo. ¿Manzur-Amaya o Amaya-Manzur? Aunque a priori sería lo menos traumático para el oficialismo, es una alternativa complicada. En realidad, el intendente kirchnerista hoy está más cerca de avanzar en una alianza con el ascendente radical para 2015. No es la primera vez que se menciona esa posibilidad, y no es un dato menor que el peronista y el antikirchnerista nunca hayan cruzado críticas. Todo lo contrario, hasta intercambiaron sondeos y logística.
Las PASO, creadas para que la sociedad se involucre en las decisiones partidarias, esta vez sirvieron para depurar la lista de aspirantes a la Gobernación y blanquear la ficción en la que se escudó el oficialismo en estos últimos meses. Luego del cimbronazo, Alperovich optó por reconvertirse frente al Muro de los Lamentos. Aunque, quizás, ya sea tarde. La transición en el poder se ha puesto en marcha. y no admite lugar para lamentos.