La política siembra ilusiones. Proyecta una imagen del mañana y ahí ponen la mirada los que tienen el poder, los que ambicionan arrebatárselo e incluso los que se conforman con su calorcito. Si algo quedó claro el 11 de agosto es que no habrá reelección ni "re-re" en Tucumán. Eso significa que José Alperovich no estará encabezando el proyecto que viene en 2015. Podrá poner su delfín o alguien que lleve su apellido; pero él no. Hasta aquí si algo tenían claro los peronistas era que cuando Alperovich tiraba del carro todos se beneficiaban. Todos los comicios anteriores corroboran este argumento. Muy pocos se animaban a decirlo, pero muchos tenían la ilusión de avanzar con la reforma; y con una "re-re" todos se aseguraban el futuro por una década más. El peronismo se quedó sin Alperovich. Tendrá que buscar otro referente. ¿Y eso es bueno o es malo? Es distinto.
Alperovich era el gran elector. Su nombre aseguraba triunfos y acostumbró al peronismo a arrasar con todo. Ya no es así.
La cuenta regresiva avanza implacablemente hacia el 27 de octubre; y mientras el trabajo de los políticos apunta a ganar más votos, la cabeza elucubra qué van a hacer luego del 10 de diciembre de 2015.
El mismo Alperovich debe estar en esa circunstancias; y a juzgar por las idas y vueltas que tiene su archivo político no sería descabellado que busque interlocutores que puedan abrir un diálogo con Sergio Massa. El ex kirchnerista dio órdenes claras: bienvenido todos los que salten el cerco antes del 28 de octubre. Si lo hacen después, tendrá otro precio. Ahí andan muchos peronistas disidentes con las redes tendidas, pero pescan con atención porque los que tienen cargos valen más que los que caminan por la calle sin poder. En el caso de Alperovich hay quienes en el massismo recuerdan cuán poco le duró la fidelidad a Eduardo Duhalde, y terminó casado con el kirchnerismo.
Desbandados
Sin el motor de Alperovich encendido son muchos los que sienten que tienen potencialidades para ser. Domingo Amaya se anota en la contienda para gobernador y Gerónimo Vargas Aignasse, Germán Alfaro, Carolina Vargas Aignasse y Alito Assan se animan a soñar con la intendencia. Y todavía falta saber qué harán los "sijosesistas". ¿Seguirán la carrera o se dedicarán a otros negocios? Hay un axioma peronista que la historia ha sido incapaz de desmentir: "o soy yo o no es nadie". Y en ese caso tendrá que venir otro.
Lentamente se va despejando el horizonte; y de los resultados de agosto también se infiere que empiezan a necesitarse entre sí los dirigentes peronistas... y los alperovichistas también. Aunque patalee y se sienta traicionado, Alperovich necesita de los votos de los amayistas para cumplir con la ilusión de sacar tres diputados en octubre. La discusión pasa por cómo contener a los que ya votaron y cómo recuperar uno a uno los votos que se escaparon; en especial, en la capital. Ganar dos bancas de diputados -y dos la oposición- sería el mensaje de que se ha vuelto atrás; y el viejo escenario de la oposición y el oficialismo midiéndose de cerca volvería a la provincia.
Alperovich ha decidido ajustar las clavijas. Sigue de cerca el paso de intendentes, de comisionados rurales y de legisladores. Les exige resultados. Sin embargo, la relación del gobernador con el peronismo corre el riesgo de los espejos marcados. Cuida el rebaño metro a metro. Pero el pastor no podrá evitar que algunos salten el cerco. En cualquier momento se puede hacer trizas. Su trato duro con los peronistas y los mimos a los príncipes que adornan el gabinete no ayudan a cerrar las heridas, precisamente.
Cada vez que Alperovich arenga a su tropa pone énfasis en defender la gestión. Un error de apreciación. Puede haber agradecimiento por aquellas cosas que se hicieron, pero la ciudadanía necesita proyecto, futuro, saber qué vendrá. Y eso es política, no gestión. Y Alperovich no sabe qué vendrá; por el contrario está muy confundido. Sabe -o debería saber- que Massa y Cristina le traerán dolores de cabeza después de los comicios. Revertir los votos de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) es casi imposible; por lo tanto, habrá otros cambios a nivel nacional que, quiera o no, incidirán en Tucumán.
En las encuestas -encargadas y manejadas por el propio oficialismo- los temas inseguridad y droga ocupan un lugar preponderante en la preocupación de los tucumanos. Son justamente dos cuestiones en las cuales la gestión alperovichista se mostró incapaz. Tanto que el mandatario ha llegado a decir que "no sabe qué hacer" al respecto. En Tucson la oposición están despertando, pero con otro escenario ya le habrían pedido la renuncia. Desde Fuerza Republicana la crítica no salió para oficialismo, sino para José Cano: lo vinculó con el ex mandatario Julio Miranda, al que calificó como uno de los más corruptos de la historia. En el tobogán de la gestión la corrupción es un tema que desvela a Alperovich quien, le guste o no a él -y a Ricardo Bussi-, ha sido un hijo putativo de Miranda, que lo eligió sucesor y fue niño mimado de su gobierno.
Empanadas y asados
A Cano y al Alperovichismo lo separaban el viernes por la noche sólo 15 kilómetros. Mientras el gobernador comía asado con sus más fieles seguidores en el patio de su casa, el senador debatía con empresarios en el barrio de Las Yungas. El gobernador, en su residencia, escuchaba atentamente a su rebaño y analizaba cómo recuperar unos 30.000 votos que se esfumaron del redil. Al pie del cerro el radical que conduce el Acuerdo Cívico y Social trataba de convencer a sus contertulios sobre la importancia de sumar voluntades de todo el arco opositor. Escuchó atentamente a citricultores y a cañeros. Entre empanadas y tiras de asado, el senador Ernesto Sanz tiró sobre la mesa la necesidad de corregir el rumbo de la educación, la energía y la ética. Fueron más de 120 empresarios y ex dirigentes políticos. Entre ellos se vio a ex bussistas como Rafael Bulacio y Roberto Lix Klett. ¿Quién los viera y quién los ve? Cuando fueron gobierno en los 90 sus enemigos eran los radicales. Hoy los unen José y Cristina; y Mariano Campero y Manuel Courel (h), que manejaron los hilos de la reunión. Durante la mañana de ayer no faltaron los dirigentes radicales que le sacaron tarjeta amarilla a Cano por la presencia de sectores de centroderecha en la mesa del acuerdo. Está claro que para llegar y trazar un nuevo proyecto Cano va a tener que sumar votos de todos los sectores. Ellos se autodenominan "el voto útil". A dos cuadras del parque Guillermina, los alperovichistas inferían lo mismo: hacen falta todos los peronistas para pasar tranquilo octubre. Aunque no nos guste, no tienen que sacar los pies del plato; y deben sumar.
Sin auto
Horas después volvieron los dolores de cabeza para el matrimonio Alperovich. "Sarita", la hija que juega a ser política, regresó a la casa sin el auto. Un control de alcoholemia se lo había quitado. En los momentos en los que el mandatario trata de cuidar hasta el mínimo detalle para evitar que el espejo se raje aun más antes de octubre, su hija no termina de entender las obligaciones de la política. Algo parecido le ocurrió a Beatriz Rojkés, que perdió los estribos en el Senado cuando tildó a Cano de "denunciador serial". Son tiempos de gran tensión política y cualquier gesto desvencija la balanza.