Por Stephen King
Ha pasado casi medio siglo desde que John Kennedy fue asesinado en Dallas, pero dos preguntas siguen pendientes: ¿fue de verdad Lee Oswald quien apretó el gatillo y, en caso de serlo, actuó solo? Nada de lo que he escrito en 22/11/63 ofrecerá respuestas a esas preguntas, porque el viaje en el tiempo sólo es una interesante ficción. Pero si usted, como yo, siente curiosidad por saber por qué permanecen aún esos interrogantes, creo que puedo darle una respuesta satisfactoria en dos palabras: Karen Carlin. No sólo una nota a pie de página de la historia, sino la nota de una nota. Y aun así…
Jack Ruby tenía un local de striptease en Dallas llamado el Carousel Club, Carlin, cuyo nom du burlesque era Little Lynn, bailaba allí. La noche que siguió al asesinato de Kennedy, Ruby recibió una llamada de la señorita Carlin, a la que le faltaban 25 dólares para el alquiler de diciembre y necesitaba desesperadamente un préstamo para que no la echaran a la calle. ¿La ayudaría?
Jack Ruby, que tenía otras cosas en la cabeza, le dedicó lo más florido de su vocabulario (a decir verdad, era el único vocabulario que Jack el Chisposo de Dallas parecía tener). Le consternaba que hubiesen asesinado al presidente al que reverenciaba en su ciudad natal, y habló en repetidas ocasiones con amigos y parientes sobre lo terrible que era aquello para la señora Kennedy y sus hijos. Ruby se ponía malo al pensar que Jackie debía regresar a Dallas para el juicio de Oswald. La viuda se convertiría en un espectáculo nacional, decía. Usarían su dolor para vender prensa amarilla.
A menos, por supuesto, que Lee Oswald sufriese un ataque agudo de matarile.
Todos los agentes del Departamento de Policía de Dallas conocían a Jack al menos de vista. El y su "esposa" -era como llamaba a su pequeña dachshund, Sheba- eran visitantes frecuentes de la comisaría. Repartía entradas gratis a sus clubes y, cuando los polis aparecían en ellos, les invitaba copas. De modo que nadie le prestó especial atención cuando se presentó en la comisaría el sábado 23 de noviembre. Cuando hicieron desfilar a Oswald por delante de la prensa, proclamando su inocencia y luciendo un ojo morado, Ruby estaba presente. Llevaba una pistola (sí, otra 38, en esa ocasión una Colt Cobra) y tenía toda la intención de disparar a Oswald con ella. Pero la sala estaba abarrotada; Ruby se vio relegado al fondo y Oswald se libró.
De modo que Jack Ruby lo dejó correr.
A última hora de la mañana del domingo, fue a la oficina de la Western Union que había a una manzana o así del Departamento de Policía de Dallas y mandó a "Little Lynn" un giro postal de 25 dólares. Después se acercó dando un paseo a la comisaría. Presuponía que Oswald ya había sido trasladado a la Cárcel del Condado de Dallas, y le sorprendió ver a una multitud reunida delante del edificio. Había periodistas, furgonetas de las noticias y los curiosos de costumbre. El traslado no había cumplido el calendario previsto.
Ruby llevaba su pistola, y se abrió paso hasta el garage de la policía. Allí no tuvo ningún problema. Algún que otro poli hasta lo saludó, y Ruby correspondió al saludo. Oswald seguía en el piso de arriba. En el último momento había pedido a sus carceleros si podía ponerse un jersey, porque su camisa tenía un agujero. El desvío para recoger el jersey duró menos de tres minutos, pero fueron suficientes; la vida cambia en un instante. Ruby disparó a Oswald en el abdomen. Mientras un montón de policías aterrizaban encima de Jack el Chisposo, este consiguió chillar:
- ¡Eh, chicos, soy Jack Ruby! ¡Todos me conocéis!
El magnicida murió en el hospital Parkland al cabo de poco, sin realizar ninguna declaración. Gracias a una bailarina de striptease que necesitaba 25 pavos y a un fanfarrón de pacotilla que quería ponerse un jersey, Oswald no fue juzgado nunca por su crimen y nunca dispuso de una oportunidad real de confesar. Su declaración final sobre su participación en los acontecimientos del 22/11/63 fue: "Soy un cabeza de turco". Los consiguientes debates sobre si había dicho o no la verdad no han cesado nunca. * Editorial Plaza & Janés