BUENOS AIRES.- Desde hacía años que Ricardo Fort estaba obsesionado con su imagen. Algunos cuentan que llegó a someterse a 27 cirugías, la mayoría en busca de una estética que lo terminó arrinconando contra la muerte. Su rodilla derecha y su columna vertebral fueron sus máximos trastornos, no sólo por los constantes pasos por el quirófano sino también por los dolores que le provocaban hasta volverlo adicto a los calmantes derivados de la morfina.
En declaraciones formuladas al canal de noticias C5N, el médico Alberto Cormillot explicó que el excesivo consumo, y en un tiempo prolongando, de anabólicos y de corticoide le produjo a Fort una hipertrofia de sus huesos que crecían pero con una porosidad que los volvía más fragiles.
Todos esto lo llevó a reemplazar parte de sus huesos por prótesis, que luego tuvo que cambiar por una infección que le imposibilitó caminar con normalidad.
Además comenzó a tener problemas con su columna, la que tuvo que apuntalar con clavos y barras de titanio.
En una bola de nieve por su deteriorado estado de salud, Fort sufrió a principios de año la perforación del duodeno debido a la cantidad de analgésicos que tomaba para calmar sus dolores.
El paro cardiorrespitario que lo llevó a la muerte pudo tener una estrecha relación con el consumo, que le dejó un frágil y delicado cardiológico.