Aquel país parece este país. Pero han pasado casi 30 años desde que Raúl Alfonsín leyó la que quizá sea su exposición más recordada: el Discurso de Parque Norte.
La inflación hacía estragos (el Plan Austral cumplía un semestre y el precio de la carne había aumentado más del 100%). La Confederación General del Trabajo conducida por el sindicalista Saúl Ubaldini exigía aumentos salariales con el lema “concertación o lucha”. Ernesto Grether, presidente de la Cámara Argentina de Comercio, se cruzaba con el Gobierno por la abolición del secreto bancario y bursátil para la Dirección General Impositiva (hoy Administración Federal de Ingresos Públicos), y la nominatividad de las acciones. En medio de esos conflictos, un acuerdo con Paul Volcker, entonces presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, permitía soñar con una deuda externa ordenada.
Alfonsín venía de reiterar que el congelamiento de los precios y sueldos sería transitorio, y de estrechar la mano a José Sarney, su par brasileño, en Foz de Iguazú. Al día siguiente, el 1 de diciembre de 1985, el primer presidente elegido democráticamente tras la última dictadura cívico-militar habló al Comité Nacional de la Unión Cívica Radical (UCR) en Parque Norte, recinto predilecto de los correligionarios. El partido de Leandro Alem discutía en ese momento la integración de la mesa directiva; dirigentes como Federico Storani y el tucumano Rubén Chebaia (finalmente designado secretario) pugnaban por una silla en negociaciones que solían trasladarse a los famosos carritos de la costanera donde, según las crónicas, era posible contemplar un paisaje de “infartantes biquinis”.
Se sabía que Alfonsín traía algo distinto entre manos para el cierre de la deliberación. Topos de Balcarce 50 soplaban a la prensa -LA GACETA incluida- que esta vez el mensaje obviaría las brasas de la coyuntura para concentrarse en la enunciación de las ideas que el presidente pretendía implementar durante el resto de su mandato.
Palabras mágicas
Los vaticinios se cumplieron. Aquella mañana de domingo, Alfonsín soltó la exposición de 89 carillas oficialmente titulada “Convocatoria para una convergencia democrática”. Entre las numerosas propuestas que postuló (ver “Apuntes de un ideario”), se destaca el llamado a escapar de las pujas salvajes por el poder y de las luchas de todos contra todos.
“El presidente transmitía la idea de que el país era una construcción colectiva rompiendo así con el pensamiento mágico que animaba los discursos tanto de peronistas como de antiperonistas, y enfatizando la idea de construcción de una empresa común en lugar de un futuro providencial”, analiza la investigadora Josefina Elizalde en un trabajo sobre la participación política de los intelectuales durante la transición democrática. Es que el célebre Discurso de Parque Norte expresaba los aportes del Grupo Esmeralda, colectivo de pensadores integrado por Meyer Goodbar, Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola, entre otros. “La democracia aparece asociada a conceptos como fuerza movilizadora, libertad, rectitud de procedimientos, ética, moralidad administrativa, sufragio, previsibilidad y reconciliación”, enumera Elizalde.
De esa alocución provienen frases como esta: “en muchos aspectos, la sociedad argentina ha sido y hasta cierto punto continúa siendo una sociedad fuertemente influida por el egoísmo de sus clases dirigentes”. O esta: “en un país con arraigadas tradiciones autoritarias, la emergencia de sujetos democráticos no va de suyo: esto es una tarea, una empresa”.
Las palabras de Alfonsín repercutieron por doquier. Al día siguiente, LA GACETA dedicó casi toda la tapa a la intervención de Parque Norte, a la que definió como uno de los mensajes más extensos y medulosos del presidente. Chebaia dijo que el discurso era de una factura extraordinaria y que proponía un procedimiento para llegar a la Argentina del futuro. Oscar Alende, diputado del Partido Intransigente, expresó que, si bien coincidía con el Presidente, estaba convencido de que sólo con hechos era posible encontrar el camino de la liberación. Y añadió: “llamo a poner la riqueza al servicio del desarrollo y no de la banca que la prestó a la dictadura”.
El Discurso de Parque Norte intentó abordar la necesidad de dar cauce a los disensos preservando al mismo tiempo las condiciones de la convivencia democrática, según el politólogo porteño Edgardo Mocca. Esa expresión cabal de ideales progresistas chocó contra la dificultad de poner en marcha una política de transformaciones sin disponer de una coalición de fuerzas decididas a llevarlas a cabo. Ángel D. Anaya, columnista de este diario durante los años 80, no exageró al evaluar: “pese a sus casi 90 carillas, falta aún mucho por decir para que se produzca ese pacto democrático tan escaso en puntualizaciones”. Pasó el tiempo y aquel país sigue pareciendo este país.
Apuntes de un ideario
El lugar del país es el escenario internacional.- “La Argentina afronta la necesidad de construir un futuro capaz de sacarla de largos años de decadencia y de frustraciones (...). Deberá decidir si ingresará a ese proceso como protagonista o como furgón de cola de las grandes potencias hegemónicas”.
Ética.-“Frente al fracaso y al estancamiento venimos a proponer hoy el camino de la modernización. Pero no lo queremos transitar sacrificando los valores permanentes de la ética. Afirmaremos que sólo la democracia hace posible la conjugación de ambas exigencias. Una democracia solidaria, participativa y eficaz, capaz de impulsar las energías, de poner en tensión las fuerzas acumuladas en la sociedad”.
La mirada.-“Sólo hay modernización cabal donde hay verdadera democracia y, por lo tanto, donde hay solidaridad, ya que nuestra concepción de la democracia nos obliga a mirar a la sociedad desde el punto de vista de quien está en desventaja”.
Inflación.-“La sociedad se fue transformando en una suma de agregados sociales que acumulaban demandas sobre el Estado y se organizaban facciosamente para defender sus intereses particulares. El resultado de esa corporativización creciente fue una sociedad bloqueada y un Estado sobrecargado de presiones particularistas que se expresaba en un reglamentarismo jurídico cada vez más copioso y paralizante, al par que sancionaba sucesivos regímenes de privilegio para distintos grupos. Los costos de funcionamiento de una trama social así organizada sólo podían ser financiados por la inflación que, como veremos, se transformó entre nosotros en la forma perversa de resolución de los conflictos”.
Burocracia.-“Existe una relación inversamente proporcional entre centralización y participación. Una gestión estatal concentrada implica confiar el manejo de la cosa pública a un núcleo burocratizado de la población, que desarrolla como tal conductas sujetas en mayor medida a sus propios intereses corporativos que al interés general”.
Conciencia.-“En América Latina, cuyas naciones surgieron a la vida independiente bajo la inspiración de las ideas democráticas y progresistas, la amenaza autoritaria continúa aún presente, pero en los últimos años se está desarrollando un proceso generalizado de democratización. Nuestros pueblos son conscientes, cada vez más, de que ni el desarrollo económico ni la democracia pueden ser el privilegio de algunos pocos elegidos”.