Los equinos también se enferman, por lo que es necesario tomar conciencia sobre las enfermedades de los caballos que muchas veces son subestimadas, permitiendo que la enfermedad progrese y avance, dijo el presidente del Colegio de Veterinarios de Tucumán, Miguel Guerineau.

El equino de hoy, no es el mismo de 30 o 40 años atrás, ha cambiado en dos aspectos: 1) Genéticamente, el caballo actual es superior, y todo mejoramiento genético va acompañado de una disminución en la rusticidad (posibilidad de defenderse contra las adversidades del medio externo); 2) Ha cambiado la vida del caballo en gran medida. ¿Qué quiero decir? Que el caballo de antes vivía suelto en el campo y se lo utilizaba en faenas rurales. El de hoy vive más hacinado, dentro de un box o corral buena parte del tiempo, o bien de golpe viajando hacia un evento deportivo, donde estará en contacto con otros animales que no son sus compañeros habituales. Esto hace que cambie de clima, alimentación y muchas veces también de trato, es decir, cambia la persona que lo atiende.

Esto representa estrés para el animal, o sea baja de defensas y predisposición a las enfermedades. Es decir, el caballo de hoy está más expuesto a los problemas sanitarios. Ejemplo: Es muy común que llegue un grupo de caballos a un evento deportivo o recreativo y al cabo de unas horas o días se desencadena un brote de “moquillo” (adenitis equina).

Tenemos algo muy importante a favor: el caballo tiene una gran capacidad de adaptación a estos cambios, pero no por ello debemos dejar de ser celosos en la prevención. Por eso, nos referiremos a la “anemia infecciosa equina”.

Se trata de una de las enfermedades más importantes, epidemiológicamente hablando, de los equinos en los últimos 30 a 40 años. Tiene una característica que la hace más peligrosa aún -por lo que fue posible su rápida propagación-, y es que la mayoría de los animales que la padecen lo hacen sin manifestar síntoma alguno. Es una enfermedad producida por un virus, que es introducido en el torrente sanguíneo por las picaduras de mosquitos y tábanos (“fiebre de los pantanos”). Pero también se contagian por las agujas, cuando aplicamos medicamentos, o por heridas en la boca por frenos.

¿Cómo se manifiesta la enfermedad? Los caballos la padecen lo hacen en forma asintomática, a lo sumo pueden tener algún imperceptible pico de fiebre y así pueden vivir años diseminando la enfermedad. Lo mismo pasa con los portadores sanos, estos tienen el virus, no manifiestan enfermedad, pero sí contagian, y un tercer caso de enfermos, que son los menos (un 5%), manifiestan síntomas de la enfermedad, como decaimiento, bajo rendimiento en el trabajo o deporte, anemia diarreas profusas difíciles de controlar, edemas en las partes bajas del cuerpo y finalmente la muerte.

¿Cómo prevenirla? Lamentablemente no tenemos vacunas preventivas para ella, eso nos quita posibilidad de controlarla. La principal herramienta que tenemos hoy, y que es obligatorio hacerlo, es un análisis de sangre que nos permitirá saber si un animal tiene o no la enfermedad.