La oposición no peronista al cristinismo dio en estos días una muestra de cordura y de ambición de poder para transitar el no tan extenso camino hacia las elecciones de 2015. El frente nacional UNEN, experiencia casi idéntica a la que posibilitó a José Cano embolsar 300.000 votos en las legislativas del año pasado, se presentó como una gran estructura partidaria y política frente a los fuertes liderazgos personales de los peronistas Daniel Scioli y Sergio Massa y del liberal Mauricio Macri. Esa característica es, precisamente, la que puede explotar esa alianza opositora si pretende ocupar un rol protagónico en 2015.
En Tucumán, el radicalismo tuvo la virtud en 2013 de convertirse en un puente para las quejas ciudadanas y en la casilla del medio de un amplio espacio multipartidario, que incluyó hasta a peronistas díscolos. En rigor, detrás del hoy diputado Cano se encolumnó un imponente frente de oposición. Sin embargo, el desafío que se le presenta al líder radical de aquí hasta agosto del año próximo es poder amalgamar un espacio de poder que seduzca a la ciudadanía y ofrezca las certezas de conducción que dilapidó en 1999 la bochornosa Alianza delarruista.
Como en la previa a las legislativas del año pasado, la presencia del macrismo en la coalición es el principal punto de discordia. Las fuerzas de centroizquierda, como el socialismo y Libres del Sur, son los férreos opositores a la inclusión del PRO. A nivel local podrán argumentar en su favor que la exclusión del macrismo no les hizo mella, porque con ellos fuera igualmente empardaron el reparto de bancas de diputados con el alperovichismo. Sin embargo, la ecuación para 2015 puede ser otra. En el próximo año, el signo de la gobernación se dirimirá por unos cuantos votos, según todas las previsiones. Entonces, cuánto valor tomarán los sufragios de Macri en Tucumán (24.000 para diputados en 2013 y 10.500 en la legislativa local de 2011). El radicalismo, además, deberá cotejar las pretensiones personales de cada espacio. Los acoples servirán para licuar en parte esa tensión, pero no disolverán los reclamos de los espacios más pequeños y de los propios dirigentes radicales, más propensos a limitar el aperturismo de Cano y armar las listas con lugares “salibles” para los correligionarios.
Puertas afuera del Acuerdo Cívico y Social local o del frente UNEN a nivel nacional hay un dato relevante. Los jefes de distrito de la UCR tienen libertad de acción para experimentar las alianzas que mejor les resulten para lograr el objetivo de recuperar el poder. En ese marco se inscriben los piropos que el massismo le arroja al canismo. En esta provincia, el espacio aliado al tigrense considera que una alianza con el radicalismo les garantizará, al menos, pelear hasta el último voto al alperovichismo. Las encuestas que maneja el sector y que trajeron los enviados massistas el fin de semana serán una de las llaves para negociar: Massa, en Tucumán, aventaja por 15 puntos a Scioli. El problema de este menjunje electoral es el posicionamiento nacional. De uno y otro lado sostienen que eso no será un impedimento siempre y cuando los comicios (de gobernador y presidenciales) sean desdoblados. Es decir, si el oficialismo local avanza en la idea de unificar la elección provincial con las Primarias de agosto, pondrá en un brete a cualquier acercamiento entre el massismo y el radicalismo.
¿Cómo juega el cristinista -no alperovichista- Domingo Amaya en el mapeo electoral? Hasta aquí, el jefe municipal no aparece como prioridad en ninguna de las alquimias que ensayan los espacios opositores. Sencillamente, porque lo ven más cerca de acordar con la Casa de Gobierno que de romper lanzas. La próxima inclusión de Amaya en la estructura del PJ nacional lo encerrará aún más en caso de que pretenda, finalmente, salir. Es más, el intendente podría coincidir con el radical Cano en un viaje a Nueva Orleans este fin de semana, invitado por la Fundación RAP. Sin embargo, todo hace presagiar que el capitalino permanecerá cerca de Buenos Aires para orquestar su desembarco como consejero nacional del peronismo. Su apuesta es cercar al gobernador con el lobby en la Casa Rosada y obligarlo a negociar con él la fórmula oficialista para la sucesión.