Los realizadores tucumanos Ezequiel Radusky y Agustín Toscano debutan en la pantalla grande con esta producción rodada íntegramente en su provincia de origen y residencia. La dupla tiene una sólida experiencia teatral que se revela claramente en el cuidado del aspecto actoral de la producción y en la elaborada puesta en escena del filme. Toscano y Radusky son también autores del guión, que nació como una experiencia teatral pero que pronto decantó hacia un proyecto cinematográfico. La propuesta muestra una contundente solidez conceptual, y está vertida en la pantalla con una pericia poco habitual en una opera prima. Los climas están inteligentemente construidos, apoyados en muy buenos trabajos actorales. La interpretación de Rosario Bléfari en el rol protagónico está basada en sutilezas que la cámara recoge con sensibilidad, y el resto del elenco (mayoritariamente integrado por actores tucumanos) está a la altura del desafío, sin puntos flojos. Es precisamente en la relación entre los integrantes de la familia de los propietarios de la explotación agropecuaria y los cuidadores del lugar que se establece un riquísimo contrapunto de miserias humanas, relatado desde la sutil formulación de una paradigmática lucha por el poder.
El tratamiento visual es otro de los puntos altos de la producción: la puesta en cámara y el encuadre están al servicio de la construcción de los climas dramáticos, que no en pocas ocasiones se resuelven por la vía del humor. Afortunadamente, los directores no cayeron en ese frecuente error de los debutantes que consiste en enamorarse de todo el material producido en el rodaje: la edición es limpia y consistente, y es ella la que aporta los cimientos para el buen ritmo del relato. Las escenas se suceden con naturalidad y van conformando un crudo mosaico que retrata la decadencia de los integrantes de esta suerte de burguesía rural mientras las tensiones de todo tipo (incluido el sexual) contribuyen para sacar a la luz los secretos y las traiciones que entrecruzan responsabilidades entre empleadores y empleados.
El filme, estructurado como un relato atrayente y ameno, termina por ofrecer una pintura más que interesante de las relaciones entre débiles y poderosos, en la que los realizadores se preocupan por mostrar las imprevisibles oscilaciones del fiel de la balanza entre ambos grupos (que no necesariamente se corresponden con la división en capas sociales). Todo esto, a partir de una narración pulcra que aprovecha sin exageraciones los particulares rasgos del color local.