Jorge Todesca - Director de Finsoport
La política económica tiene hoy en la Argentina un protagonista casi exclusivo y, en cierto modo, excluyente: la política monetaria, es decir, el Banco Central de la República Argentina (BCRA).
No hay en el escenario virtualmente nada más que eso, un componente fundamental, pero solitario, para enfrentar la situación.
Está el programa militante de “Precios Cuidados”, que si tiene algún éxito de funcionamiento, es más por la política monetaria restrictiva, la caída del poder adquisitivo de los salarios y, por consiguiente, del consumo, y la temporaria estabilidad cambiaria, que por sus propias características.
El segundo gran programa militante, en este caso compartido entre el Banco Central y la Secretaría de Comercio del Ministerio de Economía, es el control de las importaciones.
La Secretaría de Comercio raciona, con algún criterio relativamente desconocido, que se supone preserva la continuidad del proceso productivo, el abastecimiento y los negocios.
No faltan medicamentos, ni las drogas para producirlos, pero tampoco escasea una importante oferta de alimentos de lujo importados en las grandes cadenas de supermercados. Son dos extremos; en uno, el criterio es -obviamente- preservar la atención de la salud. En el segundo, la cuestión es evitar más góndolas vacías y dejar que una parte del negocio se sostenga en compensación por los precios cuidados.
Con la proximidad del Mundial, tampoco faltan televisores de todas las medidas y especificaciones. Así que, quienes los producen (a partir de un casi total contenido importado), los importan y distribuyen, están recibiendo una bocanada de oxígeno.
La industria automotriz, en cambio, experimenta una “tormenta perfecta”. El año pasado, el mercado argentino estuvo sobredimensionado merced a que los autos se transformaron en un atractivo medio de acceso a un dólar oficial atrasado. Se esperaba que, en cuanto los vientos cambiaran, el mercado se “normalizara” en niveles más bajos.
Pero lo que ocurrió fue mucho más allá. Primero, un nuevo impuesto interno para contener la importación de autos de alta gama; luego la devaluación de enero y, simultáneamente, la contracción de la demanda brasileña. Todo junto y en poco tiempo destruyó los precios relativos, la demanda local, las exportaciones y siembra de nubes el futuro.
Esta política de restricción a las importaciones tiene como actor no sólo a la Secretaría de Comercio, sino también al Central, celoso custodio de las siempre amenazadas reservas internacionales. Así que, en muchos casos, aún cuando Comercio autorice las transacciones, el Central las “pisa” mirando su propia caja, que es la de todos.
Los desafíos inmediatos
La política monetaria aplicada por el Gobierno se ha convertido, así, en un timón exigido para conducir la economía. Y los tiempos que vienen no serán fáciles. En lo que va del año, el Central ha logrado contraer en un 7% la base monetaria (circulante más depósitos de los bancos en el BCRA). Es meritorio, pero en el mismo período del año pasado, aún la anterior conducción de la entidad monetaria argentina había retraído ese indicador en una magnitud similar.
Qué nos espera
La cuestión difícil y el naufragio vino en los meses siguientes, en especial cuando a fines de año sobrevinieron, como parece que va a volver a ocurrir, las abundantes facturas del sector público.
En estos meses, el partido de la política monetaria argentina tiene varias instancias “hot”:
• El ingreso de divisas por las exportaciones agropecuarias fortalece las reservas internacionales, pero tiene como contrapartida la consiguiente emisión de pesos.
• Se viene el medio aguinaldo y los aumentos en el sector público, que demandarán recursos que el Banco Central tendrá que absorber en el mercado.
• Y el plato fuerte es que, en los próximos dos meses, hay vencimientos de Letras del Central (Lebac) por la friolera de $ 80.000 millones, que vienen de la colocación del año pasado, cuando también se trata de esterilizar la cantidad de moneda creada por el cobro de las exportaciones agropecuarias. Esta podría ser algo así como la “herencia”.
En lo que queda del año, por otra parte, el vencimiento de las Lebac alcanzará los $ 127.570 millones.
Desde el comienzo de esta nueva etapa en la política monetaria, en enero pasado, el Banco Central estuvo colocando Lebac por encima de los respectivos vencimientos, pero este esfuerzo es cada vez más demandante, porque el stock acumulado crece y los plazos se acortan.
En efecto, aquellos plazos de colocación que hace poco más de un año estaban por encima de los 200 días, se han reducido a tan solo 128 jornadas, y las tasas de interés han pasado del 15% al 28%. Menor plazo y mayor tasa, salvo el leve y forzado descenso de las tasas en la última licitación. El stock de Lebac replica en cierto sentido el fenómeno de las cuasimonedas de fines de la convertibilidad. Alguien las va a tener que pagar algún día.