La antigua entrada de la casona del parque Guillermina se encontraba al oeste de su vasto terreno, detrás de un pequeño lago que era surcado por embarcaciones de madera. Entonces, luego de cruzar una lomada aparecía imponente la residencia de fin de semana de Alfredo Guzmán y de su esposa Guillermina Leston. Hoy esa propiedad, que fue expropiada por la Municipalidad capitalina en 1970, está resguardada por una reja perimetral desde donde se puede observar el chalet que fue el escenario de reuniones de la alta sociedad de la época y de la política local y nacional. Esa cerca es parte de un trabajo de recuperación y revalorización encarado por el municipio capitalino, que también incluyó la reparación de la fachada y el jardín, los cielos rasos, las molduras, los pisos, los dos baños (se incluyó uno para discapacitados). También se colocaron nuevas cañerías para agua fría y caliente y artefactos de iluminación y refrigeración en todos los ambientes, entre otros arreglos. “Esta casa fue víctima, durante muchos años, del vandalismo. Por ello se colocó la reja que delimita un perímetro de media hectárea, y que posee unos 3,50 metros de altura. Además, la casa tiene alarma, está monitoreada las 24 horas con personal del municipio y de la policía”, comentó Luis Lobo Chaklián, subsecretario de Planificación Urbana municipal. El funcionario indicó que en ese inmueble, que fue declarado “Casa Museo” en 2012, se harán actividades institucionales “entre oficiales y no oficiales” de escasa envergadura. Los espacios que se podrán utilizar son: una amplia sala en la planta baja, con chimenea, y baño para discapacitados; y en la planta alta, una sala con una gran mesa con sillas de oficina, una sala privada con escritorio, baño, y una cocina con entrada de servicio (tiene una escalera independiente de la entrada principal).
Durante años, la Casa Museo fue ocupada circunstancialmente por diferentes instituciones, como por la especialización de Turismo Cultural de la Facultad de Filosofía y Letras o por la fundación Amigos del Parque Guillermina. Sin embargo, ninguna de las asociaciones pudieron continuar con su labor en ese espacio. La experta en patrimonio Olga Partelini comentó que lo primero que se debería hacer en esta casa, que incorporó las ideas de vanguardia del art déco, es evaluar la escala de las actividades. “Deben ser poco agresivas: una convención no sería adecuada, pero una reunión protocolar es aceptable. También sería ideal que se incluyera a los vecinos y compartir las actividades con ellos”, recomendó la arquitecta y flamante decana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT. Por último, comentó que sería bueno convertir la casa en un museo de sitio representativo de lo que fue la Quinta Guillermina. “Allí -dijo- se aclimataron especies de citrus, por ejemplo. Podrían acondicionar una salita representativa, a la que se le podría sumar un homenaje al arquitecto José Graña, cuya actividad fue excepcional para Tucumán”.