Es mucho más poderosa que un virus. Su efecto contagio es notable. No hay medicación que pueda doblegarla. Hasta ahora, los tratamientos para erradicarla han fracasado y se ha vuelto crónica. Como una epidemia, se ha extendido al tejido social. En cualquier parte se la puede encontrar y goza de una triste popularidad. Desde hace años, la basura forma parte de la idiosincrasia tucumana.

Los principales responsables de este hábito pernicioso son los ciudadanos, que arrojan desperdicios en la vía pública, en las márgenes de los ríos, de las rutas, en los cerros o entregan sus desperdicios a los carreros para que los depositen en basurales o baldíos.

Hasta hace pocos días, se ocupaba de la limpieza de la ciudad la Dirección de Higiene Urbana, que depende de la Subsecretaría de Servicios Públicos de la Municipalidad. Sin embargo, el 5 de junio, el gobernador envió un decreto de necesidad y urgencia (DNU) a la Legislatura para la creación de la Secretaría de Estado de Saneamiento y Mejoramiento de Espacios Públicos (Sesmep), que dependerá del Ministerio de Economía y tendrá por principal misión mantener la limpieza de los accesos de la Capital. El DNU fue aprobado con el voto del bloque oficialista en la sesión legislativa del miércoles.

La nueva repartición nace dotada de privilegios, según se explicita en el texto firmado por el titular del Poder Ejecutivo, como la potestad de contratar de manera directa (“previo cotejo de precios”) los “bienes y servicios necesarios” para su funcionamiento. De es modo, podrá efectuar compras -sin límites máximos, y sin llamar a licitación- de “maquinarias, herramientas y demás equipamiento”, aunque el flamante titular del organismo atribuyó a malas interpretaciones creer lo que señala el decreto y anunció que se harán cotejos de precios en “sobres cerrados, tres oferentes y, si es posible, que esté la prensa presente”. Dijo que la limpieza comenzaría en la avenida Jujuy, la autopista de circunvalación, Campo Norte y en la entrada del Barrio Yrigoyen (ex Diza) y luego, se extenderían hacia otras ciudades del Gran San Miguel. La oposición señaló que esta secretaría surge como parte de la interna del alperovichismo con el amayismo. Una nueva repartición implica la designación de un presupuesto para su funcionamiento, el nombramiento o contratación de empleados, implementos de trabajo, maquinarias, etc.

“La entrada a Tucumán da asco por la cantidad de basura que hay tirada! Políticos hagan algo! Basta”, dijo en un tuit en septiembre de 2011, la modelo local Lara Bernasconi. A los pocos días, el gobernador ordenó un operativo limpieza en toda la ciudad que no tuvo corta vida.

El objetivo de la flamante secretaría es positivo, pero realmente, ¿era necesario crear una nueva repartición comprometiendo fondos que saldrán una vez más del bolsillo de los contribuyentes? ¿No hubiese convenido reforzar los organismos ya existentes que se ocupan del asunto? ¿Por qué no se destina a esta tarea parte de los empleados de la sobredimensionada administración pública? ¿Por qué no trabajar conjuntamente con los municipios instrumentando una campaña común y permanente para concientizar al ciudadano? ¿Por qué no invertir en educación que es justamente el punto de partida para erradicar esta mala costumbre? ¿No sería mejor enseñarle al tucumano a limpiar lo que cada uno ensucia? ¿No sería positivo que nuestros representantes cuidaran el dinero de la comunidad, como lo hacen con el de ellos?