En 1977 el entonces gobernador Antonio Bussi creó la Avenida de Los Próceres en el sector este de la Avenida Soldati. Trece esculturas fueron emplazadas entre septiembre y diciembre de ese año; esculturas conmemorativas, de una fuerte carga ideológica, monumentos destinadas a ornamentar los desfiles militares. A los escultores, el propio dictador les otorgó un plazo mínimo para su realización: las estatuas tuvieron que efectuarse en 35 días de trabajo, cuando el tiempo real demandaba no menos de dos meses y medio. Para la ejecución de las obras se convocó a docentes del entonces Departamento de Artes y de la Escuela de Artes de la UNT, entre otros a Roberto Fernández Larrinaga, Lucrecia Rosemberg, Hugo Ylian, Ángel Dato, Ángel Ibarra García y Ramón Fernández, y a un escultor de la Municipalidad, Juan Carlos Briones.
Desde entonces, siempre se supo que el único “rebelde” del grupo fue Oscar Nóbile, quien se negó a la demanda del general. En la exposición “Entre arcillas, paisajes y piedras”, se puede ver y escuchar en un video el testimonio de una ex alumna del taller de la facultad donde se narra esta situación. “Un día, el profesor Ramón Fernández nos contó que fue a la Casa de Gobierno a interceder por Nóbile”, quien se encontraba prácticamente “demorado”.
Julio Roca, Marcos Paz, Bernabé Aráoz, Juan Bautista Alberdi, Bernardo de Monteagudo, Gregorio Aráoz de La Madrid, José Álvarez Condarco, Fray Idelfonso de las Muñecas (foto), Nicolás Avellaneda, José Eusebio Colombres, Juan Crisóstomo Álvarez, Lucas Córdoba y Alejandro Heredia, de cuerpo entero, fueron ubicados en pedestales similares y enmarcados entre pilares construidos para acompañar las obras.
En todas las épocas, el poder ha intentado utilizar al arte para prestigiarse a sí mismo y para “educar”. Bussi no podía ser la excepción, aún a costa de los artistas.