José Alperovich será candidato a senador en 2015. Esa es la única certeza de la que hoy puede hacer gala el oficialismo tucumano. El resto es pura incertidumbre. Desde el nombre del candidato a gobernador y a intendente de la capital hasta por qué espacio nacional intentará el mandatario llegar al Congreso.

El dramático cierre de gestión del cristinismo es la principal fuente de indefinición para Alperovich. El mandatario, que siempre se cuidó de no molestar a la Presidenta con sus palabras y acciones, camina en puntitas de pie para evitar un paso en falso. Nadie entre sus colaboradores le escuchó decir palabra alguna sobre a cuáles de los postulantes presidenciales oficialistas apoyará en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del año próximo. Aún más, ni siquiera alguien lo oyó rechazar de manera contundente la posibilidad de encolumnarse detrás de una candidatura por el peronismo opositor. Cuando se le pregunta sobre el posicionamiento nacional, el gobernador opta por la prudencia. Desde que los precandidatos comenzaron a recorrer el país, Alperovich se limita a cumplir como anfitrión: recibe a cuanto aspirante kirchnerista se aparece y se esconde cuando hay visita incómoda.

¿Por qué tanto hermetismo? El jefe del oficialismo tucumano desconfía del aval de la Rosada a una postulación del bonaerense Daniel Scioli y, fiel a su costumbre, busca ganar tiempo antes de tomar una decisión pública. Considera que recién a fin de año o principios de 2015 será momento de dar un paso en ese sentido. Además, especula con una posibilidad cierta. Quien resulte ungido por Cristina para sucederla deberá acordar con él su armado territorial en Tucumán. Para cualquier aspirante presidencial, los 400.000 votos promedio que el alperovichismo viene aportando en cada elección en los últimos 10 años resultan apetecibles. Por ejemplo el sciolismo, que camina el país con el aura presidencial sobre su cabeza, preferiría que su candidato a gobernador en esta provincia fuese Domingo Amaya y no Juan Manzur, Beatriz Rojkés u Osvaldo Jaldo. Sin embargo, Scioli y su equipo aclaran que ellos no van a inmiscuirse en las internas provinciales y que respetarán la decisión que adopte el referente local. ¿Por afinidad? Seguro que no, aunque sí por conveniencia. Las PASO serán el segundo domingo de agosto y las presidenciales, en octubre. En el medio quedarán las elecciones provinciales. Por lógica, el aspirante que elija la Presidencia no podría apoyar a un postulante a gobernador que no sea el apuntado por el actual mandatario, porque necesitará de su estructura provincial en la batalla general de octubre, que se avizora complicada y sumamente pareja.

Ahora, ¿puede Alperovich dar un volantazo y dejar el kirchnerismo? A esta altura, resulta difícil pensar en un salto de esa naturaleza. Sin embargo, el tucumano tiene una ventaja con respecto a los otros gobernadores peronistas: él es considerado un socio foráneo para el cristinismo; por lo tanto, con menos compromiso. En ese caso, ¿es Sergio Massa la figura que más seduce al ex radical? Con el tigrense lo une una relación mucho más íntima que con cualquier oficialista. Comparten visiones políticas, incluso.

La cercanía de las PASO con la elección provincial (habrá dos semanas entre una y otra) presupone una ventaja para el alperovichismo en la contienda de entrecasa. Principalmente, porque cualquier encuesta vaticina un duelo personal entre Scioli y Massa, y ninguno de los precandidatos a Presidente del frente liderado por la UCR levanta cabeza. Es decir, en el agosto electoralísimo de 2015 es probable que Alperovich arranque de ganador en una boleta y que su candidato local llegue con ese empujón a dirimir la sucesión provincial con José Cano, cuyo posicionamiento nacional le habrá restado triunfalismo y muchos recursos económicos justo antes de su mayor desafío político.