“El gobierno ha considerado que los pueblos de América, vinculados por identidad de origen y de ideales, no deben permanecer aislados unos de otros ante la actual convulsión universal, sino congregarse a efectos de uniformar opiniones y coordinar en lo posible el pensamiento común en la situación por la que atraviesa el mundo. Las 15 naciones que han aceptado hasta ahora (…) coinciden en ese propósito y en sus alcances futuros para crear vinculaciones con América para bien de la paz y de los intereses comunes”. (Discurso del presidente Hipólito Yrigoyen ante el Congreso, 30 de junio de 1917).
La decisión adoptada por las administraciones de Victorino de la Plaza (desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial hasta 1916) e Hipólito Yrigoyen (de 1916 al fin de la contienda) chocó con presiones de diversa índole. Pero no hubo forma de modificar el estatus de neutralidad que Argentina mantuvo mientras el planeta se desangraba.
Cuando estalló la guerra en Europa el país atravesaba una crisis económica que hacía impensable el involucramiento en un conflicto bélico. Además, ni a Inglaterra ni a Alemania les convenía que Argentina se inclinara hacia la beligerancia. Roberto M. Ortiz, años después presidente de la Nación, lo analizó en su libro “Historia económica de la Argentina”.
Ortiz sostiene que el principal interesado en empujar a nuestro país a las armas era Estados Unidos. Lo veían como el camino ideal para copar el mercado nacional por medio de créditos, armamentos y barcos. Y sobre todo, una vez terminada la guerra, EEUU desplazaría a los intereses británicos de su posición dominante. Desde lo económico, Argentina vivía sometida al capital inglés (casas comerciales, bancos, ferrocarriles, frigoríficos, inversiones, etc.).
Por el contrario, los británicos estaban decididos a mantener a la Argentina como proveedora de trigo y de carne. Así ocurrió: para alimentar a los aliados fue el grano producido en el país. En tanto, los alemanes no querían sumar un nuevo enemigo, mientras que la neutralidad les permitía a las empresas de capital germano seguir operando en el país, abastecidas por nuestras materias primas.
El episodio que pudo haber modificado la situación se produjo el 4 de abril de 1917, cuando un submarino alemán hundió el buque mercante argentino Monte Protegido. Ocurrió frente a las Islas Sorlingas, ubicadas a 45 kilómetros de Inglaterra. El barco llevaba un cargamento de lino a Holanda. Los aliadófilos presionaron a Yrigoyen por medio de manifestaciones públicas -hasta saquearon propiedades alemanas-, pero el Presidente no modificó la declaración de neutralidad que De la Plaza había emitido el 5 de agosto de 1914. Hubo una protesta formal y los alemanes se disculparon.
“La prédica nacionalista, latinoamericanista y neutralista que caracterizó a la política exterior de Yrigoyen tuvo por principal móvil aumentar el prestigio externo de la Argentina, construyendo una imagen de país con independencia de acción y munido de una postura moral, lejana de la mezquindad de la política de poder evidenciada por los países beligerantes”, resumen los historiadores Carlos Escudé y Beatriz Gurevich.
Devastador golpe inglés a la flota alemana
Las Malvinas fueron escenario de una de las batallas navales más importantes de la guerra (foto). Allí los británicos hundieron cuatro barcos alemanes -sin sufrir pérdidas- y murió Maximilian von Spee, el mejor comandante de la Armada germana. El de la foto es el crucero HMS Cornwall, integrante de la escuadra que comandaba el vicealmirante Doveton Sturdee. Fue una de derrota de la que Alemania no consiguió recuperarse.