Es una historia que nunca termina. Cada vez que creen que el final está por llegar, les avisan que hay nuevos capítulos por escribir y que deberán esperar para encontrar un cierre. “Y seguimos ahí. Igual. Pasan los años y no termina”, explica Joaquina.
Los nueve hijos de Héctor Agustín Aráoz son los protagonistas involuntarios de una historia que comenzó a escribirse hace exactamente 10 años, cuando al entonces Juez de Menores de la II° Nominación lo mataron de 10 disparos en su casa de avenida Aconquija 2.950.
Darío Pérez y Ema Gómez fueron condenados por homicidio agravado, pero el fallo no está firme. El primero está prófugo, y la ex novia del juez goza de prisión domiciliaria. “Y el tiempo sigue pasando”, describe Rodolfo, el quinto de los hijos del juez.
Muchas cosas han cambiado para los Aráoz Terán en este tiempo. Mercedes, la menor, está terminando el secundario. Cuando a su papá lo mataron tenía ocho años. Por eso tal vez se entienda que permanezca en silencio durante la entrevista que dieron a LA GACETA, igual que Jerónimo (20) y Josemaría (23).
Los que llevan la voz cantante son Agustín (31), Joaquina (29) y Rodolfo (26). Los dos varones siguieron la vocación de su padre y se recibieron de abogados. Son también los que están al tanto de los pormenores de la causa judicial. Mariano (28) y Solano (25) participan de la entrevista tímidamente. Sólo falta Lucrecia (30) que se casó y fue mamá.
Lucrecia Terán, la ex esposa del juez, acompaña a sus hijos y participa activamente. “Me queda la insatisfacción de que no investigaron por qué mataron al juez Aráoz”, manifiesta la mujer.
Vueltas y vueltas
La primera idea que lanzan los hijos del magistrado es la comparación con el caso del secuestro de María de los Ángeles “Marita” Verón. “Nos alegra que Susana Trimarco tenga justicia, pero en ese caso a los dos meses de la sentencia de la Corte Suprema ya hubo condena. Nuestro caso siguió los mismos pasos y seguimos esperando”, argumenta Joaquina.
Rodolfo recuerda que en mayo de 2011, Pérez y Gómez fueron condenados por homicidio simple y el policía Andrés Fabersani por encubrimiento. En diciembre de 2013 la Corte consideró que Pérez y Gómez cometieron homicidio agravado, y que además de Fabersani también había participado en el encubrimiento el entonces jefe de la comisaría de Banda del Río Salí, Rodolfo Domínguez. El expediente volvió a la Cámara Penal, que todavía no fijó las condenas. “Sigue pasando el tiempo y los condenados aún no están en prisión”, agrega el joven abogado.
Una mafia
“Nunca se va a dar vuelta la página. Aunque fijen la pena definitiva, encuentren a Pérez y vayan todos presos, siempre nos quedará la idea de que no se investigó lo que pasó con mi papá”, afirma Rodolfo. “Nunca se investigó la trama policial de oficios truchos”, añade Agustín.
Los hijos del juez están convencidos de que su padre fue víctima de una mafia policial, de la que Gómez (que había sido novia de Aráoz) y Pérez, son sólo un eslabón. “A la Provincia no le convenía seguir investigando. Más allá de que haya estado de novio o de la relación que pueda haber tenido, estaba investigando la droga”, asegura Lucrecia Terán.
Esa posición no es nueva. En el juicio oral realizado en 2011, Agustín declaró que su padre lo llamó en un par de oportunidades porque lo estaban siguiendo y había decidido dejar la camioneta en una estación de servicios. La mañana en que lo mataron, un perito había sido convocado al Juzgado para que analice la computadora de una comisaría, ya que a Aráoz le habían truchado la firma en un oficio. “Fue el viernes 26 a la mañana y a la tarde lo mataron”, relata Agustín.
“Hoy el móvil es lo que menos nos mueve, que digan lo que quieran pero que se haga justicia. Hemos tenido la suerte de tener un papá tan incondicional, que sólo tenemos los recuerdos lindos de cuando estábamos con él”, dice Joaquina.
Orgullo
No es fácil tener que volver a exponer a la familia, pero los 10 años del crimen, que la sentencia no esté firme y que el homicida haya escapado, los hace salir a contar su historia. Así lo aseguran los hijos del juez. “Es la incertidumbre de no saber qué va a pasar, cómo va a seguir”, lanza Solano.
Para colmo, la casa en la que mataron al juez estaba alquilada, y desde hace dos años que no les pagan, por lo que están en juicio de desalojo. “Mirás esa casa y decís, pérdida por donde quieras, afectiva y material”, afirma la ex esposa del juez.
“Igual, lo que me queda es el orgullo de haber tenido el viejo que tuve. Fue horrible, no se termina de cerrar esta historia, pero me queda ese orgullo”, expresa Rodolfo. Pero hay bronca. “Uno está prófugo y Ema Gómez hace lo que quiere. Y parece que a nadie le importa. Y todo sigue igual”, resume Solano.