En los hechos sucedidos en Francia, el problema radica en que la religiosidad de los terroristas carece de una base ética. Para los terroristas, la religión es el fundamento de todo lo real. No hay nada que escape a la mirada religiosa. Cuando una perspectiva se torna absoluta, estamos en el terreno de la teología negativa. Los principios divinos fundamentan el mal. La religión avanza sobre la ética. El respeto al otro no existe. El otro es un medio para un fin metafísico y real. El mal corroe los grupos religiosos porque está dentro del hombre. Sólo podemos respetar la vida del otro a raíz de un principio convencional de tolerancia.

Creo que la creación artística no tiene límites políticos. Ningún poder puede establecer reglas al arte. El poder estalinista prohibió la música de Shostakovich por considerarla burguesa. Los nazis despreciaron a la vanguardia pictórica como un instrumento de perfidia y sublevación moral. Ningún gobierno puede interferir en las formas del humor y del arte. De cualquier modo, el problema no está en el humor sino en la estructura de pensamiento y sentimiento que mueve a ciertos grupos religiosos.

En las Cartas filosóficas, dice Voltaire: “Si no hubiese en Inglaterra más que una religión, sería de temer el despotismo; si hubiese dos, se cortarían mutuamente el cuello; pero como hay 30, viven en paz y felices”. Voltaire nos da una lección insoslayable: si no compartes una idea religiosa, eso no debe llevarte a la intolerancia. Está bien que no creas en un dogma, pero que eso no impida que lo toleres. La postura antidogmática de Voltaire sostiene que es vital que haya muchos credos diferentes. Lo inaceptable es que la religión enceguezca la mirada ética. Puedo no compartir tu dogma, pero tolero tu mirada del mundo si y solo si esa mirada es tolerante. El terrorista no comparte ni tu ética ni tu religión. Quiere aniquilar tu mirada del mundo.

La intolerancia no produce buenos resultados. Quiebra el ya resquebrajado orden social y habilita a los terroristas –que no necesitan nada que los legitime– a imponer su ideología ciega y fatalista. Hoy, el mundo es más que nunca una sombra de la perspectiva de Hobbes. Estemos alertas. Los lobos están cerca.

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Por Fabián Soberón para LA GACETA - TUCUMÁN