Lo primero que a uno le surge al toparse con la sonrisa infinita de Katharin es pedirle por favor que nos suba a su moto y nos lleve a recorrer Latinoamérica. Y tal vez, si no fuera porque apenas tiene espacio para ella en el asiento, nos diría que sí. Aunque fuera una vueltita. Dos o tres de los miles de kilómetros que lleva recorridos.
“Kata”, como la han apodado sus familiares tucumanos, enamora en cuestión de segundos. Ha conquistado a los vecinos del barrio El Gráfico I -donde ha parado durante su breve estadía en Tucumán- y también ha conquistado a sus tíos, abuelos y primos que sólo sabían de ella a través de la épica familiar y los mensajes de texto. Los acaba de conocer y, con el solo fin de abrazarlos, se ha venido sola desde Colombia en una Yamaha Crypton de 110 cc. Sí, usted ha leído bien: sola, 22 años, desde Colombia, en una pequeña moto que usted usaría para ir a hacer las compras al almacén, llegar al trabajo, o dar un paseo por la ciudad. Y llegó, y acá los Moreno lo han confirmado: esta chica está loca. Y con su locura, su sonrisa y sus ojos brillantes de picardía no deja más opción que contagiarse de ganas de vivir, de viajar, de respirar la libertad de la ruta.
Es la primera vez que Katharin Faisely Moreno (estudiante de Derecho, mínima de cuerpo, latina de piel, aventurera de alma) sale de su país. Antes de este viaje impensable únicamente había dejado su Medellín para recorrer las montañas y las costas colombianas, pero más que eso nunca. Casi siempre lo hizo en la misma moto que ahora la lleva por Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile, y es por eso que el odómetro de su buque mágico marca nada menos que 47.000 kilómetros. “En todo ese recorrido, solamente he pinchado una vez”, presume. Entonces no se avergüenza al contar que ha bautizado “Mostrica” a su moto, y explica: “pues a pesar de que mis compañeros de la universidad se reían, a mí me ha llevado a todas partes”, se defiende a carcajadas y mira con mirada cómplice a su pequeña “monstrua” de dos ruedas y piel blanca, caminante incansable y motivo de espanto de los motoqueros más experimentados. “Me he cruzado con moteros en BMW y no pueden creer que yo esté usando esta moto, que sea mujer y que lo esté haciendo sola. Me preguntan dónde viene mi marido”, se divierte.
Sin GPS, sólo con “PPS”
Todo ha sido un gran pulgar arriba en este sueño que todavía está abierto. En estos días, “Kata” está por emprender el regreso a Colombia, aunque si fuese por ella seguiría nadando en el viento de las rutas. Su sofisticado equipo consiste en: una carpa por si la pilla la noche en el camino, una campera impermeable, unas botas no tan impermeables y un pantalón para el frío que le regaló uno de los tantos amigos que se ha ganado en su itinerario. Lleva también algunas herramientas para la moto aunque -confiesa- lo único que sabe hacer es reparar una goma y ajustar la cadena. Por lo demás, queda encomendada al rosario de madera que cuelga del manubrio.
La mejor parte de toda esta deliciosa odisea -evalúa- fue la gente. La cantidad de personas que le abrieron las puertas para apoyar su travesía y ejercer la hospitalidad que enorgullece las geografías de América del Sur. Ese abrazo de desconocidos es el que le ha permitido llegar hasta aquí y también demorarse mucho más de la cuenta: Kata planeaba compartir la Navidad con su familia tucumana, pero arribó el lunes pasado. “Cuando planifiqué el viaje hacía cuentas y sólo tenía dinero para la gasolina. Estaba segura de que iba a comer día por medio, y no me importaba. Pero resulta que he subido de peso, ¡por lo menos cuatro kilos!”, confiesa.
También ha “engordado” los kilómetros: desde Medellín a Tucumán hay unos 6.000 km de distancia y ella, a este momento, lleva recorridos ¡17.000! por los desvíos que ha tomado y lugares que la han invitado a conocer. En el medio, caminó los 30 kilómetros para llegar de Cuzco a Machu Picchu, porque en el presupuesto no entraba el pasaje en tren.
“La única parte mala, verdaderamente mala, ha sido Bolivia. Es el único lugar donde la gente no es cordial, no están dispuestos a ayudarte si les preguntas algo”, lamenta. Sucede que esta colombiana, la audacia hecha carne, viaja sin GPS para orientarse. Ella ha decidido no gastar en equipos y hacerle caso, en cambio al PPS. “Yo uso únicamente el PPS: pare, pregunte y siga”.
Seis horas en la frontera
Katharin está lista para volverse a casa. No tomará las rutas bolivianas, porque además de todo lo que ha contado, se enfrenta con el problema de que el combustible es tres veces más caro para los extranjeros. Y si bien su moto alcanza a recorrer 170 km con un galón de nafta (3,7 litros), las cuentas no terminarán de cerrar. Volverá por Perú, luego de atravesar el desierto de Atacama. Sabe que es un riesgo -ya lo ha corrido- porque en las rutas costeras de ese país el viento y los ómnibus provocan que su moto se levante del suelo, como le ha ocurrido cuando venía. “Pero ahora el viento es a favor y no en contra, entonces voy a estar bien”, dice confiada. Espera que no le pase lo que le ocurrió al entrar a la Argentina: “me demoraron seis horas en el paso fronterizo. Los agentes terminaron confesándome lo que yo suponía: como soy colombiana, imaginan que traigo droga”.
Aunque le apasionan los viajes, quiere volver a terminar su carrera y recibirse de abogada, para lo que le falta un año y medio. Que todos los dioses del camino la acompañen, como lo han hecho hasta ahora, para que “Kata” vuelva a encontrarse con su mamá (“hasta tres días antes del viaje no creía que lo fuera a hacer, le parecía que estaba loca”, cuenta divertida). Y también que los dioses de las rutas la ayuden a llegar hasta su próximo destino, que ya está definido. Da un poco de miedo preguntarle cuál es, y más miedo da la respuesta: “África. Quiero llegar a África. Sí, claro, en moto”.
PERFIL
Katharin Faisely Moreno Hoyos
Tiene 22 años, estudia Derecho y vive en Medellín (Colombia), su ciudad natal. La familia Moreno Hoyos es su vínculo tucumano: aquí viven su abuelo, un tío, primos y primas. Decidió venir a conocerlos hace más de un año y, como no le alcanzaba el dinero para sacar los pasajes en avión, se vino en su “Mostrica”: una Yamaha Crypton de 110 CC modelo 2012.
Las cifras de la aventura
10
horas fue lo máximo que estuvo arriba de la moto.
500
km fue lo máximo que recorrió en un solo día, en Perú.
47.000
km lleva recorridos la moto, que es modelo 2012. Pagó las tres últimas cuotas antes de emprender el viaje.
17.000
km había hecho al momento de entrevistarla.
5.740
km separan Tucumán de Medellín, yendo por Chile-Perú