La transformación de un pedazo de carbón en un diamante brillante es recurrente en el cine y en el teatro. Su punto más alto fue alcanzado con “Pigmalión”, la obra escrita por George Bernard Shaw y conocida popularmente en la versión musical como “Mi bella dama”. Pero es una estructura dramática que siempre da resultado, más cuando es tratada con algunos toques de picardía y de humor, y se condimenta con acción y suspenso (como en la original “Nikita”, dirigida por Luc Besson hace un cuarto de siglo).
De ambas cuestiones conoce Matthew Vaughn, quien llegó a “Kingsman” con los pergaminos de haber dirigido antes “Layer Cake” (con el actual James Bond, Daniel Craig), la primera “Kick-Ass” y “X-Men: Primera generación”, todas producciones de reconocida firmeza fílmica.
En su nueva película se basó en el elogiado comic que escribieron Mark Millar y Dave Gibbons, sobre un veterano agente inglés (interpretado por el flemático Colin Firth) que integra una organización súpersecreta dedicada al espionaje de gran escala, capitaneada por el inglés Michael Caine.
Si bien su vida está británicamente organizada en lo laboral, más allá de la complejidad de su trabajo, en lo familiar tiene problemas con un sobrino desordenado (Mark Strong), dedicado a la delincuencia menor en el bajo mundo de Londres, que vive en la calle y que carece de futuro. Para solucionar este tema, lo recluta y capacita mediante un exigente programa de entrenamiento competitivo con otros jóvenes, entre los que está una hermosa mujer. Los cambios en su vida se producen en momentos en que un millonario villano (protagonizado por Samuel L. Jackson) lanza una amenaza global relacionada con la tecnología.
Con un asegurado éxito de taquilla desde antes del estreno, Vaughn ya anunció una segunda parte, sin fecha todavía.