Cuando uno habla de los sistemas de producción de granos del Este tucumano, Oeste santiagueño, Sur salteño y Este catamarqueño, zonas donde la soja tuvo una gran explosión y expansión de su cultivo, al que se suman poroto y cultivos de gramíneas anuales, uno debe pensar que “no se deben cometer los errores de décadas pasadas, donde la facilidad del cultivo y una rentabilidad importante para el productor llevo a que el monocultivo de la soja se impusiera rápidamente y negativamente en la región”, comentó Daniel Ploper, Director Técnico de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) de Tucumán.

Esto era aún más catastrófico cuando al monocultivo se lo realizaba con la siembra tradicional o convencional. Por suerte, “la aparición de la Siembra Directa, acompañada con las herramientas biotecnológicas y el descenso del costo del glifosato, pudieron minimizar los problemas planteados”.

“Hicieron que el sistema productivo de soja sea más fácil, se abarataba con el uso de la semilla propia, se incrementaron los rendimientos y, por ende, el productor se dedicó a hacer solo soja, siendo peligroso para la sostenibilidad”.

Esto es así, porque “la fertilidad física y química de los suelos no se ve favorecida, y las malezas, las plagas y las enfermedades tienden a incrementarse”. Debido a todo lo que vino originando el monocultivo de la soja, “desde la Eeaoc impulsamos, desde hace años, la necesidad de impulsar una gramínea estival, que sirva para cortar el monocultivo de la soja como parte de un sistema de rotación”.

“Hablamos siempre de una rotación estival, ya que el monocultivo de la soja no se corta con un trigo en el invierno siguiente, sino con un estival posterior a la oleaginosa”. Aquí surge el maíz como una alternativa valida a la luz de los híbridos que aparecieron y a la adecuación del manejo por los productores. “No solo se debe pensar en el maíz como rotación, sino también el uso de los sorgos, como el granífero, pero además el azucarado, que también sirve como una alternativa bioenergética”, dijo.

“Hay que tratar de lograr que el uso de alcohol se incremente como combustible en los motores, y que sirva como sostenibilidad productiva del sistema granario”, señaló.

El problema actual de la producción de maíz y de sorgo, una herramienta fundamental para un sistema productivo sustentable, es que “los números no cierran y los problemas de comercialización y las trabas a la exportación vienen de arrastre desde hace varios años”. El solo hecho de pensar que “se debe pagar más de la mitad de lo que se paga por maíz en el flete desde el NOA a los puertos, la sustentabilidad del sistema corre peligro y se desalienta su producción”.

Interrogantes

Definitivamente, “hace falta la adopción de decisiones políticas que permitan dar sustentabilidad a la producción de granos en la región. “Es realmente un pecado pensar en tener que dejar tierras sin sembrar, por decir que los números no cierran, y no generar riquezas, cuando tenemos tierras, tecnología y voluntad de siembra, pero no se trabaja en dar las condiciones para producir con renta y sin perder plata”. Simplemente, porque “no somos capaces de diseñar políticas que fomenten la producción. Hay que analizar políticas de retenciones, de flete, crediticias, impositivas, de valor agregado”.

Uno siempre piensa porqué todos los granos se trasladan hacia los puertos y las zonas de las industrias aceiteras, y que toda la carne que consumimos la traemos de esas zonas, “y no hacemos al revés y le damos el valor agregado a la producción de granos”.

Seguramente, los empresarios siempre evaluaron esa alternativa, pero “faltan políticas claras y previsibles, sostenidas en el tiempo, para realizar estas inversiones”.

Son importantes sumas de dinero que se deben lograr en la región, pero al no tener la certeza necesaria de qué pasará en los próximos años con el precio de los productos y el comportamiento de su comercialización, hace que “un sistema productivo de granos en nuestra región, bajo las actuales condiciones de producción, no se sostiene”. Es inconcebible tener un rendimiento de indiferencia de 2.800 kg de soja por hectárea, en suelos propios, y de más de 3.200 kg en campos arrendados.

“Esto es faltar el respeto al hombre de campo que produce, por lo que se deben rever las actuales condiciones de producción. Debe quedar en claro que el cultivo de maíz, o de una gramínea estival, es fundamental para seguir produciendo granos en la región, pero los aspectos comerciales y de retenciones deben ser reevaluados”.