Ni el mundo se cae, ni se cayó el mundo sobre la Argentina. El planeta económico siempre está sujeto a tensiones. Está moviéndose permanentemente, aunque esto sea leído, en ciertas circunstancias, como crisis o volatilidades. En el último trienio, la economía global estuvo expandiéndose a razón del 3% promedio anual. Y este es un escenario que, según Nicolás Dujovne, consultor en temas macroeconómicos y financieros, no impediría que la Argentina pueda aspirar a crecer a tasas relativamente parecidas, más allá de la caída de los precios internacionales de los commodities. Dojovne, director de la consultora que lleva su nombre, hablará el martes sobre “La transición política vista desde la economía”, en el Ciclo de Conferencias 2015 de LA GACETA que se realizará desde las 20.30 en el Teatro Hilton de la cadena hotelera internacional. Antes, habló con nuestro diario sobre las proyecciones de la economía que se viene.
-¿La economía global está atravesando por una tormenta perfecta, con las tensiones que ha despertado China?
-El mundo no está en una fase de “boom”, pero tampoco en crisis. Las cosas se ven peor porque las vemos con ojos argentinos. En los últimos tres años ha venido expandiéndose de un modo parejo, al 3% promedio anual, que es menos de lo que se crecía en tiempos de la crisis de 2008/09. Los precios de los commodities bajaron entre 25% y un 35% desde el pico de 2011, pero subieron más del doble que en la década de 1990. La Argentina, en ese contexto de alzas y bajas, no ha crecido. El PBI se expandió el 0,3% anual promedio, con una población que crece al 1,2% y, medidos en términos per cápita, ha perdido un 0,4% en los últimos años. El empleo se ha mantenido en el 0%, con una población que aumenta al 1% anual. Entonces, en términos del Producto, de empleo y de salarios, estamos peor que en el resto del mundo.
-Entonces, ¿qué sucede?
-Si la Argentina estuviera yendo al mismo ritmo que el mundo, el desempleo no estaría subiendo, sino descendiendo. Estamos estancados con inflación elevada. Evidentemente, la Argentina ha hecho mal las cosas durante mucho tiempo y hoy estamos pagando las consecuencias. Durante muchos años se fue deteriorando la posición fiscal, el respeto a la ley, cambiando las reglas de juego y todavía teníamos un tipo de cambio competitivo que podría permitir ocultar todo esto bajo la alfombra. Ahora es tiempo de volver a reveer lo macro para volver a crecer.
-¿Se nos cayó el mundo encima?
-No. Lo que pasa en Brasil (que técnicamente está en recesión y con problemas políticos e institucionales) y en China (que devaluó su moneda, el yuan), que son hoy sus principales socios comerciales, es un fenómeno para el cual la Argentina debió haberse preparado. En los últimos 20 años, en el mundo se construyó un consenso acerca de algunas reglas para el funcionamiento de las economías emergentes. Estén gobernadas por la derecha o por la izquierda. Todas las economías emergentes del mundo tienen bancos centrales independientes, con metas de inflación y de tipo de cambio flotante y con un fisco balanceado. Cuando hay déficit, este se financia con deuda y no con emisión monetaria. La región, salvo la Argentina y Venezuela, ha realizado esto; incluso Bolivia, que tiene un gobierno claramente de izquierda, pero que ha mostrado un banco central cuidadoso que no se endeuda con emisión. La Argentina, básicamente, no tiene herramientas para reaccionar ante la devaluación del Real brasileño, porque ha destruido su moneda y tiene un déficit fiscal elevado. Las políticas contracíclicas -monetaria y fiscal- deben hacerse desde una posición fiscal sana. En el contexto regional, el resto de los países de la región crecen arriba del 3% (Chile o Colombia) o del 2% (Uruguay). Pero la Argentina no, debido a su política fiscal expansiva permanente, a su elevada inflación y porque usa su moneda para bajarla como una herramienta antiinflacionaria.
-Volvemos al punto inicial, a que la Argentina está a contramano del mundo…
-El mundo está en crisis visto con el prisma argentino. Si sacamos ese teleobjetivo y comenzamos a alejarnos en la observación, miraremos la pintura más general. La realidad es que la crisis no la vemos en el resto de la región, excepto en Venezuela. Algo en Brasil, con una recesión producto de que su moneda venía muy apreciada, combinada con una crisis política muy grande que llevó a la presidenta Dilma Rousseff a perder el apoyo del Congreso.
-¿Cuánto puede ser la autonomía de vuelo de la Argentina frente a tantas inconsistencias?
-En la Argentina, el espacio para la creatividad se ha terminado. En los últimos años, el país se fue financiando con cajas extraordinarias. Primero, nos consumidos la rentabilidad de las empresas proveedoras de servicios públicos; mantuvimos congeladas las tarifas; nos consumimos la infraestructura energética, de caminos y de telecomunicaciones. Luego se pusieron impuestos extraordinarios a las exportaciones. En 2008, el Gobierno se apropió de los fondos previsionales. En 2010, la caja que recurrió la gestión fue el Banco Central. Modificó su carta orgánica para duplicar el ritmo de emisión monetaria con destino al fisco. Y las dos últimas cajas que utilizó la Argentina fueron el swap de China y la deuda que forzó a recurrir a los importadores por unos U$S 5.000 millones, cuando dejaron de venderles dólares. Me da la sensación que inventar una caja nueva será difícil y hoy estamos enfrentados a la ley de gravedad. La Argentina tiene y debe empezar a reequilibrar su balance de pagos y su cuenta en pesos; en definitiva, su caja en pesos y en dólares, con medidas más tradicionales, achicando el déficit fiscal y reestableciendo las condiciones para que vuelvan a crecer las exportaciones. Hay que empezar a mirar el mercado de capitales internacional. No hay cajas extraordinarias.
-¿Qué margen de maniobra le queda a la próxima gestión presidencial?
-El próximo gobierno tendrá que achicar el déficit y recomponer las relaciones con el mundo, cerrando el conflicto con los holdouts. En el sistema cambiario, sincerar la sobrevaluación, dejando flotar el peso. No vamos a tener reservas para financiar la sobrevaluación cambiaria.
-¿Hacia dónde vamos?
-El mercado está anticipando dos cosas: cuando uno mira los rendimientos en dólares de la deuda argentina, están por debajo del 10%; evidentemente esto refleja que hay expectativa de normalización en la Argentina. Pero del otro lado, en el mercado paralelo y del contado con liquidación, vemos lo inverso; un deterioro, día tras día, del tipo de cambio. El mercado considera insostenible un dólar oficial a $ 9,20 y anticipa una corrección cambiaria. En definitiva, el mercado anticipa que, gane quien gane las elecciones, se moverá hacia la normalización en su relación con los acreedores externos. La próxima gestión debe hacer sus correcciones si tiene la pretensión de ser competitiva para las elecciones posteriores, las de 2017 y las de 2019. Tiene que empezar a enfrentar los problemas económicos hoy, de tal modo que la economía esté en crecimiento y eso sea un activo, no un pasivo político. En el cortísimo plazo, 2016 será un año complicado. Si sincera la política cambiara, habrá más inversiones. Mirando como espejo a 2015, tal vez se vea una posible caída del salario y del consumo de bienes durables, pero también es posible bajar las presiones sobre las exportaciones para recuperar inversiones.
-¿La Argentina puede encaminarse hacia la normalización de su economía?
-Vamos hacia ello, pero el país no está exento de las turbulencias porque el tamaño de los desequilibrios que deja este gobierno son grandes. Hay cosas a favor, no obstante. Una es el mundo; hay que enterrar la idea de que está en crisis. Lo otro que juega a favor es la poca deuda que deja la gestión, nominada en moneda extranjera. Con un programa consistente, que corrija los desequilibrios, la economía podría recuperarse hacia el segundo semestre del año que viene, para que la recesión sea muy corta. Si no enfrentamos los problemas, nos arrastraremos hacia un estancamiento con inflación cada vez más elevada.