Un fantasma recorre las elecciones de las dos potencias anglosajonas durante 2016. Es el fantasma del conservadurismo, imponiéndose contra la mayoría de los pronósticos en los comicios presidenciales de los Estados Unidos; y en el referendo celebrado en Inglaterra para definir su permanencia en la Unión Europea. En ambos casos, las cadenas que arrastra ese espectro son las de la revancha.
El triunfo del republicano Donald Trump en la votación del 8 de noviembre fue parido por un proselitismo que acicateó el revanchismo de las clases trabajadoras que se consideran “blancas” y que sufren una dura crisis económica.
Desde ya, esta no ha sido la única razón de la llegada del multimillonario a la Casa Blanca. No hay monocausalidad en una elección dentro de una democracia liberal. Por caso, el escenario presentaba una inversión de roles: los demócratas, que montaron la campaña de Barack Obrama sobre la base de la palabra “cambio” (change), esta vez presentaban la continuidad (la de la dinastìa Clinton). Mientras, los republicanos (antiguos eternizadores de los Bush) ahora promovían la novedad.
Pero el revanchismo jugó un rol preponderante en el mensaje del ganador: los extranjeros se roban el trabajo de los norteamericanos, así que era hora de contestar con deportaciones masivas y con el levantamiento de un muro en la frontera con México. Hasta los latinos que ya obtuvieron ciudadanía estadounidense lo votaron…
Y lo hicieron en los distritos determinantes, porque Trump ganó en el colegio electoral y no en las urnas, donde quedó abajo por tres millones de votos. Una cuestión fácil de criticar, pero difícil de resolver en un país fundado sobre el equilibrio de la representación de sus miembros. EEUU pautó un sistema bicameral (que inspiró a Alberdi) para resolver el dilema de que todos los Estados tuvieran igual representación (Senado); y que, a la vez, los Estados grandes (del norte y del sur) tuvieran más votos que los Estados chicos (Cámara de Representantes). Así consiguieron la unión de los Estados.
El corte inglés
La revancha campeó antes en el escenario inglés, donde también el componente geográfico y el social jugaron papeles trascendentales. Aunque aquí se sumó un componente generacional, según destacaron numerosos análisis luego de que se conoció el resultado del 23 de junio.
En la veintena de distritos donde ganó con más fuerza la permanencia en la Unión Europea, uno de cada dos habitantes tiene título universitario; uno de cada cuatro no se considera “blanco”, sólo uno de cada 10 es jubilado y el salario promedio supera (en libras) el equivalente a 35.000 dólares.
A la inversa, en la veintena de distritos donde se impuso más cabalmente el aval para salir de la Unión Europea, sólo uno de cada seis tiene título de grado, sólo uno de cada 20 se considera “no blanco”, uno de cada cinco es jubilado y el salario promedio no alcanza el equivalente a 25.000 dólares.
Aquí también, la prédica contra los inmigrantes y la exaltación de la “identidad nacional” fueron el eje del discurso triunfal.
El resultado del revanchismo enarbolado por el conservadurismo no es el triunfo en las urnas, sino un mundo más cerrado. Y esa cerrazón no es sólo para quienes se ven obligados a emigrar, sino también para las propias naciones. Después de un ciclo abierto a la multilateralidad (de negociaciones simultáneas entre varios Estados), advendrán tiempos en que las potencias negociarán, uno por uno, con los países en los que tengan intereses. 2017 promete darle la bienvenidad a la bilateralidad.