Y en menos de un parpadeo una porción bicentenaria, la que se lleva todos los honores, tendrá su epílogo en unas pocas horas más. La importancia de que los tucumanos íbamos a ser los protagonistas de la celebración de los 200 años de la declaración de la Independencia argentina, fue despertando lentamente en la modorra provinciana. Las expectativas estaban alertas. Desde una década atrás, se barajaban ideas y deseos en materia cultural para honrar el magno festejo y hasta se creó en 2005 un Ente del Bicentenario que, apurado por las circunstancias, recién comenzó a funcionar meses antes de que concluyera 2015. Por mezquindad de la administración que se fue y por el escaso margen de tiempo y de fondos para este destino de la actual gestión, la conmemoración se realizó dentro de lo previsible, salvo algunas pocas excepciones.
El 29 de junio sucedió un hecho trascendente con la repatriación de los restos de Bernardo de Monteagudo, prócer nacido en Tucumán en 1789 y fallecido en Lima en 1825, que tuvo una destacada actuación en la gesta de la independencia. Estos, que yacían en La Recoleta, en Buenos Aires, fueron depositados en un mausoleo en el Cementerio del Oeste.
El Museo de la Casa Histórica de la Independencia comenzó a ser remodelado el 6 de mayo y reabrió sus puertas en 1° de julio; se replanteó la propuesta museográfica y se encararon algunas reformas destinadas a revalorizar su patrimonio. En el Museo Provincial "Timoteo Navarro" se realizó la apertura de la imponente exposición “Congreso de Tucumán: mutaciones, rupturas y continuidades de 200 años de arte argentino”, que reunió 79 obras de diferentes estilos y géneros del Museo Nacional de Bellas Artes.
Sonada controversia
El 7 de julio, se inauguró en la avenida Mate de Luna, a la altura del parque Avellaneda, el Monumento del Bicentenario, precedido de una sonada controversia sobre su diseño y estética. Miles de personas festejaron con alegría el acontecimiento. Las críticas iniciales a la obra mientras se estaba montando, se fueron acallando; el tiempo dirá si logrará ocupar un rincón en el corazón de los comprovincianos.
La Ciudad de Buenos Aires le obsequió a Tucumán la Suite “Don Quijote, el soñador de La Mancha”, interpretada por el Ballet Estable del Colón con dirección de Maximiliano Guerra, que tuvo lugar en el Teatro San Martín. El 8 de julio, en el Ferrocarril Mitre tuvo lugar el Concierto Federal, en el que participaron artistas locales y nacionales. En la segunda etapa del año, se destacó el Concurso Internacional de Piano, organizado por la Universidad de San Pablo T y el Ente Cultural de Tucumán, destinado a jóvenes intérpretes, que se desarrolló en el Teatro San Martín y su broche de oro, con los tres galardonados tuvo lugar en el Salón Dorado del Teatro Colón. Tal vez este certamen haya sido el acontecimiento más saliente en materia cultural en este Bicentenario porque escapó a lo previsible en la agenda. En el futuro, si se lo organiza con más tiempo, puede poner a Tucumán en la mirada del mundo musical, con todas sus implicancias.
En el tintero
Muchas ideas quedaron en el tintero, algunas de no muy difícil realización, como por ejemplo, editar un libro interactivo que reuniera la obra de nuestros maestros de la pintura, así como los consagrados en los últimos años, o editar cedés que congregaran a nuestros mejores intérpretes en todos los géneros musicales; reeditar las obras de Juan Bautista Alberdi, los Cancioneros de Juan Alfonso Carrizo, el libro “Tucumán”, de Isabel Aretz, que constituyen valiosos documentos sobre la cultura popular y la identidad de los tucumanos.
La visita de Martha Argerich, Daniel Barenboim y la West-Eastern Divan Orchestra, por ejemplo, como un hecho de excepción en los festejos bicentenarios, fue sólo un sueño.
Una expresión de deseo fue la anunciada construcción del Centro Bicentenario de la Independencia (al lado de la Casa Histórica) o el Polo Científico y Tecnológico. Podría haberse encarado una ciudad de las artes como la que tiene Córdoba, o un museo de arte contemporáneo, como el de Rosario (reciclaron silos abandonados a la vera del río Paraná) o recuperar para las manifestaciones culturales el Palacio de los Deportes. Pese a que hubo una década para planificar y hacer, no solo no se concretaron buenas ideas, sino que como de costumbre, se dejó todo para último momento.
Los poderes públicos deben estar al servicio de los ciudadanos y no, al revés. Es poco frecuente ver a los gobernantes participar de las manifestaciones culturales. Hay una íntima relación entre educación y cultura. Y si tenemos una clase dirigente escasa o nulamente interesada en lo que producen nuestros artistas y científicos, hasta ahora incapaz además de enlazar, por ejemplo, la cultura con el turismo y la economía, significa que hay una gruesa falla en la educación en lo que a conocimiento de Tucumán se refiere.
Mientras tengamos una buena parte de la clase dirigente interesada en ganar votos y en su crecimiento patrimonial, seguiremos mirando el árbol y no, el bosque. La educación y la cultura hacen a las personas libres, dueñas de sí mismas. Tal vez, hemos perdido hace mucho tiempo la posibilidad de soñar en grande. Quizás sea ese uno de nuestros grandes desafíos en la próxima centuria.