Los libros que cuentan la historia de Atlético tendrán que ser reeditados a partir de ahora. De ninguna manera puede quedar al margen de la vida del “Decano” un capítulo tan importante como el que se escribió en 2016 y que abre la posibilidad de narrar uno mejor en 2017. Lo obtenido en los últimos meses marca un antes y un después en la vida institucional y deportiva de un club que nació hace 114 años pero luce rejuvenecido y con nuevos impulsos, que lo proyectan por primera vez a nivel internacional. Llegar a la Copa Libertadores era un sueño imposible hasta hace poco más de un año. Ahora está a punto de hacerse realidad. La serie contra El Nacional, que se jugará entre fines de enero y comienzo de febrero, puede ser el trampolín para que el equipo que ahora conduce Pablo Lavallén llegue mucho más alto y proyecte su imagen a niveles que parecían inalcanzables.
El nuevo año asoma con proyectos ambiciosos. El flamante cuerpo técnico aceptó la oferta para dirigir al equipo tentado por el calendario del primer tramo del semestre, que incluye los partidos de la Copa Libertadores. El plantel se siente confiado y está convencido de que todo lo bueno que se hizo puede mejorarse. Los dirigentes entienden que el feliz presente es producto de un proyecto serio y responsable, pero el esfuerzo deberá multiplicarse a partir de ahora porque las exigencias serán mayores. Los hinchas constituyen otro pilar fundamental sobre el que comenzó a construirse este presente glorioso. Por ellos, el Monumental quedará chico cada vez que Atlético juegue de local. Además, prometen viajar para alentar al equipo, más allá de la distancia y de los costos económicos que generalmente se transforman en un escollo insalvable para muchos.
Cuerpo técnico, jugadores, dirigentes y los hinchas. Ahí están las cuatro patas que sostienen esta mesa donde se colocaron los proyectos, los sueños y los deseos de todo el pueblo “Decano”. Cuando 2017 comience a transitar los primeros tramos del almanaque, ellos alimentarán a ese monstruo insaciable, dispuesto a alcanzar nuevos y mayores desafíos.
En 25 de Mayo y Chile están preparados para todo. Sobra confianza, pero también saben que será fundamental manejarse con cautela. Los espera una vida nueva, desconocida. Atractiva, pero al mismo tiempo riesgosa. Jugar la Libertadores obliga a un esfuerzo que en ocasiones deja heridas profundas, difíciles de curar. Los viajes serán largos y constantes. A los casi 4.600 kilómetros que separan a Tucumán de Quito se agregarán otros 6.500 si pasa la fase y debe jugar en Barranquilla o más de 4.000 si el rival es Carabobo. Estos datos reflejan lo desgastante que es el torneo. En caso de acceder a la fase de grupo, mantendrá este ritmo hasta fines de mayo. En el medio está el torneo local. Si bien el promedio le concede un respiro, no hay que confiarse. Si la experiencia copera lo deja malherido, las consecuencias las sufrirá en la tabla de Primera. La prioridad en este caso es no poner en riesgo la plaza.