El Congreso Eucarístico Nacional, desarrollado en Tucumán en el marco del Bicentenario de la Independencia, abrió un abanico de metas para 2017, que acaso sean el comienzo de un reposicionamiento de la Iglesia de cara al Tricentenario. Se trata, ni más ni menos, que del comienzo de una nueva Iglesia, consciente ahora de su poder, comprobado tras el megaevento que puso en evidencia su notable capacidad organizativa, de compromiso y cohesión por parte no sólo de los sacerdotes, que son muy pocos, sino sobre todo de un laicado fuerte y activo. Una verdadera Iglesia viva.
Concluido el encuentro, el arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, reunió a su consejo presbiteral y le planteó cuatro líneas de acción para desarrollar durante 2017:
1) Habiendo visto el testimonio de piedad popular que marcó la presencia de las grandes imágenes devocionales del norte argentino durante el Congreso Eucarístico, la Iglesia reconoció que debe cuidar y enfatizar más el trabajo evangelizador desde las parroquias y apoyar las manifestaciones religiosas que caracterizan el espíritu del pueblo. “La Iglesia ha percibido esto y cree necesario cuidar esta fe para desarrollarla, proyectarla y acrecentarla. El Papa sostiene que es en la fe del pueblo de Dios donde se ven las semillas del espíritu que los pastores deben cuidar, cultivar y desarrollar”, dice el vicario de Fe y Cultura, padre Marcelo Barrionuevo.
2) Fortalecer la educación como clave y eje cultural frente a los tiempos actuales. La Iglesia se plantea para 2017 mejorar la pastoral de educación, que no significa enseñar sino tener más presencia. Hay alrededor de 200.000 personas vinculadas de un modo directo o indirecto a la Iglesia, entre padres, niños y docentes. Es una población que necesita ser revalorizada en clave de pastoral”, afirma Barrionuevo.
3) El tercer punto es la pastoral social; su relación con el mundo. La Iglesia reconoce que debe idear nuevas estrategias para afrontar el tema de la pobreza, las adicciones y sus relaciones con la dirigencia y la opinión pública. El punto de inflexión que marcó la muerte del padre Juan Viroche dejó puntos oscuros y desencuentros dentro de la misma Iglesia, y una vez más, como ocurrió siempre, se buscará una salida desde el Evangelio con la vista puesta en el bien común. Además, trabajará en forma más coordinada el tema de las adicciones sin reemplazar al Estado.
4) Acompañar a la familia. La Iglesia sabe que si empodera a la familia en valores, en unidad y en autoridad también fortalecerá a la sociedad. El acompañamiento es un tema central que pide el Papa en una de sus encíclicas (Amoris Laetitia). Por eso, otro de los desafíos será renovar la pastoral familiar acorde a los tiempos que se viven. Y por supuesto, seguir insistiendo en que la vida humana comienza cuando comienza (valga la redundancia) en el seno materno, y se extiende hasta la ancianidad. La iglesia seguirá defendiendo a los más débiles, que son los que están al principio y al final de su existencia.
El último gran desafío es actualizar su lenguaje comunicacional, su manera de llegar a los fieles, especialmente a las nuevas generaciones. Un desafío más bien técnico que deberá afrontar en algún momento para no quedarse en el tiempo.