“Hemos notado que en los barrios de la ciudad siempre hay jóvenes reunidos en las esquinas charlando, consumiendo alcohol y posiblemente drogas. Por la experiencia que adquirí en los últimos años, pude descubrir que en esos grupos los chicos encuentran protección y contención que no consiguen en otros lados, ni en la casa ni en la escuela. Son los ‘hijos de la calle’”, advirtió el fiscal Diego López Ávila a fines de noviembre, en una charla con LA GACETA.
Según el magistrado, se trata de jóvenes de entre 15 y 20 años que no tienen como modelos a los buenos estudiantes, deportistas o trabajadores, sino a aquellos que cometen asaltos o crímenes. Al igual que el secretario de Seguridad Ciudadana Paul Hofer, citó el caso de la Mara Salvatrucha para ejemplificar lo que ocurre (se informa por separado en esta edición).
“Lamentablemente, esa es la esencia con la que nacieron y crecieron las pandillas de Estados Unidos y las conocidas maras (aquellas bandas salvadoreñas que traspasaron las fronteras). A este fenómeno lo veíamos en las películas, pero ya forma parte de nuestra realidad”, aseguró.
Lo cierto es que en la Justicia se los conoce bien a estos jóvenes porque todas las fiscalías los ven desfilar durante sus turnos. Se les imputan robos y hurtos, pero también lesiones y homicidios. Según fuentes judiciales, en la mitad de los robos que se registran participaron adolescentes que no llegaron a los 18 años. En cuanto a los homicidios, calculan que el 40% de ellos involucran a chicos, aunque no siempre como autores del hecho.
Rasgos personales
A partir de la experiencia, las fiscalías llegaron a elaborar un perfil del delincuente juvenil. Una de las características recurrentes es que se trata de chicos que pasan mucho tiempo en la calle, sobre todo en una esquina, consumiendo estupefacientes o alcohol. Además, siempre están en grupo. Por otro lado, la gran mayoría de ellos no asiste a la escuela.
“Lo más notorio es el lenguaje ‘tumbero’ (propio de la cárcel) y los mensajes que se envían son alarmantes. Por ejemplo, hablan de matar a un ‘rati’ o a un ‘cobani’ (policía) como si nada. La división entre ‘chorros’ y ‘chetos’ es otro tema que se debe trabajar porque el odio está cada vez más a flor de piel”, destacó López Ávila, con el recuerdo fresco del entierro de “Huguito”, el adolescente que murió al enfrentarse a un policía al que quiso asaltar. El agente en cuestión, Leandro Meyer, también falleció. Presenció la balacera otro joven que esa noche estaba con “Huguito”. “Aunque parezca mentira, la cantidad de delitos cometidos les dan prestigio en el grupo. Se ganan el respeto de sus pares por el número de asaltos que protagonizan”, agregó el fiscal.
El pedido de ayuda
Lucía, la madre de “Huguito”, contó que la desgracia fue inmensa. El muchacho fallecido iba a ser donante de un hermano que tiene una rara enfermedad. Otro de sus hijos que podía ayudar al joven enfermo quedó parapléjico hace algunos meses y, por lo tanto, quedó descartado. “La operación se había programado para febrero, pero ahora ya no hay donante. No sabemos qué haremos. Tendré que ir a Buenos Aires porque el tratamiento con medicación no da resultados”, contó la mujer.
“Sólo Dios sabe lo que hice por mis hijos todos estos años. Son ocho. Uno de ellos está en un centro de rehabilitación en Buenos Aires. Ya está mucho mejor, recuperándose, pero él no quiere volver porque tiene miedo de caer de nuevo (en las drogas y el delito). Me pasé noches enteras buscándolo por las calles para llevarlo a casa y que dejara de consumir esa porquería (paco) que venden en todos lados. Él está arrepentido por todo lo que hizo en este tiempo, por los problemas que generó en la familia. Espero que con lo que le pasó a su hermano no sufra una recaída. Fue un año terrible (2016) pero no puedo quedarme, tengo que luchar por ellos”, exclamó.
Por esos días de fines de noviembre también asesinaron a Hugo Daniel Balborín, un muchacho de 19 años de Villa Mariano Moreno que iba camino a Los Pocitos a comprar droga. LA GACETA fue hasta su casa y en el seno de su familia encontró un sincero pedido de ayuda. “Yo consumo, pero quiero salir, me gustaría que me ayuden”, explicó el hermano de la víctima, un adolescente de 16 años que quieren encauzar su vida.