Al hombre se lo ve corriendo como si fuera el primer día de clases, como cuando los compañeros entran desesperados a buscar a sus amigos del curso. Cristian Lucchetti le hace un acto de negación al dolor. Siente el aire cortarse en seco culpa de la fractura que sufrió en unos de sus dedos del pie derecho el año pasado contra Tigre, pero intenta ignorar cualquier señal negativa.
Debería haber parado, descansar. “No me gusta dejar de entrenar, entonces la ansiedad y las ganas de estar bien hacen que uno no quiera perderse nada”, reconoce el subcapitán de Atlético. Esforzarse como lo hace hoy él es dar el ejemplo hacia los más chicos.
Tipo de experiencia, por no decir veterano, aunque él interrumpa y diga que aún es un joven, Lucchetti entiende que Atlético es cosa seria. Por eso no existe desesperación por jugar la serie de la fase 2 de la Libertadores con El Nacional, de Ecuador.
“Este es un grupo maduro, que ha llegado hasta acá por algo. Todo fue conseguido a partir de la madurez, tranquilidad y convicción para cumplir los objetivos”, elogia al vestuario el mendocino, que ubica la ansiedad en otro rubro. En el desconocido, para los “decanos”. “No sabemos concretamente con qué rival nos vamos a encontrar”, admite. “Es un equipo desconocido, y para colmo cambió mucho. Tampoco tuvimos muchas posibilidades de verlo. Pero eso, en el fútbol, es relativo”, aclara.
Y si le falta algo para convertirlo en un laberinto sin fin a El Nacional, esa es su condición de local en la altitud de Quito, a casi 2.800 metros sobre el nivel del mar. “Y tenés ese inconveniente también, que nos genera incertidumbre”, confiesa “Laucha”, que candidatea al Oscar al partido de ida en el Monumental. “Hay que ganarlo o ganarlo. Sabemos que no va a ser fácil, pero la idea es hacer una buen diferencia para poder ir, por decirlo de alguna manera, más tranquilos a la altura de Quito. Pero repito: no sabemos con qué rival podemos encontrarnos y eso también le hace más difícil la situación al cuerpo técnico”, opina Lucchetti e insiste con la misma premisa que tiene desorientada al grupo. “Se jugará contra un equipo que ha cambiado mucho; tiene jugadores nuevos y en los últimos años no lo he visto jugar. Cuando empiece a girar la pelotita sabremos con qué nos encontraremos. Esa es la verdad”, sostiene.
Lucchetti enfrentó a El Nacional con Banfield hace muchos años, por una Sudamericana. Fue una noche de fortuna. Muchos disparos locales en los palos y triunfo 1-0 para el “Taladro”. De aquella victoria quedan pocos recuerdos: “es un equipo que tiene todos jugadores locales, de su país, ninguno de afuera”.
Lucchetti, que aprendió a convivir con el dolor, sabe que existe sólo un camino para jugar el martes. “La única manera de hacerlo es infiltrado”, admite sabiendo que ello podría traerle consecuencias para el futuro inmediato.
“No pienso en eso. He jugado infiltrado en otros equipos, pero no sé cómo será en el pie. Sé que el efecto dura 40 minutos, así que tendré que volver a infiltrarme en el entretiempo. No sé cuáles serán las consecuencias. Muchos dolor, seguro. Pero vale la pena”, indica.