Dos horas antes del partido, Elvira le abre a Helena las puertas de su casa, ubicada sobre una de las esquinas del estadio de Atlético, y juntas se adueñan de la vereda. Rápidamente, ella comienza a desplegar el "puestito de comida" y arranca el armado de las empanadas.
El exclusivo ritual existe desde que Atlético comenzó a jugar la Copa Libertadores y sólo se mantiene para los días de partido por la misma competencia, no por el torneo local.
"Gracias a Dios nos fue bien con la venta desde que arrancamos, pero es sólo para los partidos de la Copa, así que hay que mantener la clientela", cuenta la mujer enumerando las otras comidas que trae listas desde casa: pizza, milanesa de carne, de pollo y papas fritas.
"Trabajamos con mi esposo, mi hija y mi vecina. De paso charlamos un poco. A la salida del partido es cuando los hinchas pasan por acá y vendemos", dice Helena que de a poco se va haciendo conocida en la zona. Una freidora y un horno al costado de la vereda ya esperan para calentar sus delicias.
Elvira fue la ideóloga del "plan gastronómico copero". "Siempre algo se vende pero con estos partidos por la Copa viene mucha más gente que para los partidos normales", relata la vecina del "Monumental" mientras "le hace el aguante" a Helena, que sigue con el repulgue de las empanadas que desde que arrancó la copa alimentan la esperanza de los "Decanos".