Se escucha un ruido extraño en el cerro. No es un pájaro, no es un camión ni un avión ni una nave espacial. O quizás sea un poco de todo eso. Las miradas se clavan en un Bugatti Veyron que engancha a toda velocidad la curva del monumento al Indio y clava los frenos para que Javier Flores y sus amigos de Famaillá le saquen fotos. A los cuatro se les paraliza el corazón, no saben cómo reaccionar más que con una selfie histórica para ellos. Y es que hasta el indio de piedra sería capaz de suspirar con la música de esos motores y el poético diseño superdeportivo de la marca francesa de autos de lujo.
Todos los años, Bugatti -subsidiaria del Grupo Volkswagen- organiza el Grand Tour Bugatti, en el que lleva a los propietarios de estas máquinas a recorrer distintos destinos del mundo. La edición 2017 se desarrolla en estos momentos y consiste en una travesía por Chile y Argentina. Partieron de Santiago de Chile, pasaron por Mendoza, La Rioja, Catamarca y ayer al mediodía almorzaron en la estancia Los Cuartos, de Tafi del Valle. Los privilegiados conductores y sus despampanantes parejas, en autos en los que sólo entran dos personas, siguieron rumbo a Cafayate para hacer noche en el exclusivo hotel Grace. Luego seguirán hasta Jujuy, llegarán a las Salinas Grandes y cruzarán la Cordillera por el Paso de Jama.
El tour abarca un total de 3.000 kilómetros y en Tucumán los participantes cumplieron más o menos la mitad del recorrido, según le informó a LA GACETA la italiana Valentina Croce, una de las organizadoras de la travesía. “Está siendo un viaje muy divertido. Nos sentimos muy bienvenidos por la gente en cada lugar al que llegamos. Tratamos de encontrar lugares especiales para parar y en Tafí del Valle lo encontramos”, contó, en un breve y exclusivo diálogo con LA GACETA. Es que, más allá de lo llamativo de los vehículos, los multimillonarios propietarios prefieren mantenerse lejos de cámaras y micrófonos.
“No, no tiene fines comerciales. Es un tour privado para los propietarios de Bugatti, para que conduzcan sus autos y conozcan nuevos países”, explicó Valentina.
Casi secreto
No hermetismo pero sí privacidad. Por eso es que el evento no fue difundido por los principales medios y la información quedó danzando entre los blogs especializados de autos. Los amantes de los motores fueron los únicos que se enteraron del paso de estos fierros por Tucumán, y un puñado de ellos subió el cerro para verlos, acariciarlos, olerlos, escucharlos y sacarse fotos con ellos.
“En internet se filtró el cronograma del Bugatti Grand Tour y ahí nos enteramos. Vinimos para esto”, contó Álvaro García, un joven tucumano que fue a ver los autos acompañado de Juan Díaz Ricci y Julieta Moreno. Ella, conocedora de motores, estaba deslumbrada por el derroche de caballos de fuerza de estos superdeportivos. Evaristo de la Vega fue otro de los fierreros que subió a Tafí a esperar la millonaria caravana “Son los mejores autos del mundo. En viajes a Europa vi algunos Veyron, pero nunca había visto un Chiron. Es una oportunidad única de estar tan cerca, con todos los autos juntos”, detacó el joven, acompañado de su amigo Nicolás Angeleni.
El patito feo, pero extremadamente rico, de esta caravana, fue el Rolls-Royce Sweptail. Un auto extrañísimo, fabricado por la división de trabajos personalizados de la automotriz británica a pedido de un multimillonario chino. Se trata del auto más caro del mundo, valuado en 13 millones de dólares, unos 240 millones de pesos argentinos. Esa extravagancia formó parte del tropel de 12 Bugatti y un Audi que hicieron suspirar a los cerros tucumanos.
El Bugatti Grand Tour arrancó en Chile, atravesó la Cordillera y ayer pasó por Tafí del Valle. Entre los 12 Bugatti se coló el Rolls-Royce más caro del mundo