Ese Boca que parece invencible y que lidera con comodidad la Superliga no está acostumbrado a que le “ensucien” la cancha.
Es un equipo que juega lindo y llena los ojos cuando se siente cómodo en cancha. Pero a este Boca de Guillermo Barros Schelotto le falta una pizca de ese “Xeneize” histórico, dueño de proezas momorables.
De un tiempo a esta parte parecen haberse invertido los roles. River le juega a Boca como históricamente le jugó su archirrival. Y ayer, en Mendoza, otra vez se vio un “Xeneize” híbrido, que se dejó copar la parada y avasallar por un “Millonario” pícaro que, sabiendo que las diferencias iniciales eran abismales, llevó el juego para el lado que más le convenía.
“Mellizo” no tuvo plan B y ese fue otro motivo de la desazón “Xeneize”. El equipo no supo cambiar el chip y el amor propio faltó otra vez a la cita. Carlos Tevez y Edwin Cardona fueron dos hombres menos, el DT no tuvo el valor de cambiarlos a tiempo y la gloria terminó dándole la espalda en esta gran primera prueba de fuego de 2018.
Ahora Boca deberá exponer lo que hasta ahora le viene faltando: actitud para jugar partidos chivos. Tiene margen en la Superliga, pero no puede fiarse. Debe saber que para consagrarse en la Copa Libertadores (su gran objetivo) hace falta mucho más que buen juego; y en ese rubro aún está en falta.