El clima tucumano hace que la ecuación más común en vacaciones sea: verano + chicos = pileta. Todo niño debería aprender a nadar antes que a andar en bicicleta. ¿Por que? Porque es la única forma de disfrutar a pleno y con autonomía las bondades del agua. Un bebé que se entrena en una pileta domiciliaria puede flotar por sí mismo antes de cumplir los cinco meses de edad. De esta forma, si accidentalmente llega a caer al agua, podrá mantenerse a salvo y pedir auxilio hasta que alguien venga a rescatarlo. Saber nadar es un seguro de vida.
Qué aprenden, a qué edad
- ¿Cuándo y cómo comenzar? La motricidad en un bebé se desarrolla a ritmo acelerado, por eso lo mejor es empezar lo antes posible. Graciela Vece, profesora de Educación Física y psicóloga, máster en Educación, recomienda comenzar la estimulación en la propia casa. “Durante los dos primeros meses de vida se pueden comenzar los primeros ejercicios en la bañera de la casa. La mamá debe sostener la cabeza del bebé para que se acostumbre recibir poco sostén. El resto del cuerpo flotará de forma cómoda”, explica. Se puede ejercitar todos los días, durante el baño cotidiano. Después será el médico pediatra el que autorice al niño a pasar a la pileta para un entrenamiento más a fondo. A los dos o tres meses generalmente un bebé puede comenzar sus clases de natación.
Según Vecce, especializada en el Universidad de Salamanca, España, un bebé que recibe estimulación desde sus primeros meses de vida, a los cinco meses puede flotar de espaldas sin ayuda. Con práctica podrá llegar a los 30 minutos, lo óptimo para dar tiempo a que un adulto lo auxilie si fuera necesario.
- Después de los ocho meses: se trabaja junto a la madre porque es cuando el bebé siente angustia cuando no está con ella. Se busca la resistencia bajo el agua, el sostenimiento de los bordes de la pileta y a salir de la piscina por sí mismo.
- Uno y dos años: se enseña al niño a tenerle respeto al agua y a que siempre debe haber un adulto junto a él. Aprende a saltar desde el borde, a nadar por bajo el agua, a realizar la plancha (boca arriba) y a retomar la posición de frente, y salir del agua.
- Tres años: debe conseguir la autonomía plena: entrar y salir solo del agua, nadar (estilo perrito), meter y sacar la cabeza en forma autónoma.
- Cuatro años en adelante: aprende a manejar la respiración, a saltar, girar, desplazarse en forma combinada con otros ejercicios. La autonomía es plena y el disfrute total.
Antes de iniciar la clase el docente debe tener en cuenta: la edad del niño, si recibió estimulación acuática, si sus padres saben o no nadar (muchos adultos les tienen miedo al agua y se lo transmiten a sus hijos) y si tuvieron alguna mala experiencia relacionado con la natación. “En más de 500 entrevistas a padres, el 97% de ellos respondió que quiere que sus hijos aprendan a nadar por seguridad. Esto significa que hay una conciencia instalada en la sociedad de que aprender a nadar es una prioridad social”, resalta Vecce.
Distintos métodos
Hay diferentes métodos de enseñanza. Algunas escuelas reciben niños a partir de los tres años, otras desde que el pediatra lo habilita a hacerlo y hay instituciones que se dedican a la matronatación, es decir, la actividad en compañía de la madre, el padre o los abuelos. “En este caso se refuerza la relación vincular”, explica la profesora Carolina Bolognini.
Las clases pueden ser individuales o grupales y duran unos 50 minutos, aproximadamente. Pero los chicos no son todos iguales. Algunos son muy inquietos y otros son demasiados tímidos. En ciertos casos los niños necesitan un tiempo para observar, explorar el lugar y jugar un rato antes de iniciar las actividades en el agua, explica el profesor Bernardo Ferreyra, que también trabaja en natación para bebé. “Lo importante es apuntar a la calidad del tiempo y no a la cantidad”, aclaran los docentes.
En algunas escuelas de natación los padres están presentes durante toda la clase y, en otras, los dejan y se van hasta el final de la clase. Depende de la edad los niños y de la forma de trabajar de la institución. Generalmente cuando se trata de bebés los padres se quedan y realizan junto a él todas las actividades.
Los beneficios
La natación temprana tiene un millón de beneficios para la salud y el desarrollo psíquico de los niños: mejora la coordinación, tonifica todos los músculos, mejora el equilibrio, aumenta la capacidad respiratoria, favorece la circulación sanguínea, desarrolla la memoria, oxigena el cerebro, promueve la coordinación motriz, da flexibilidad al cuerpo y a las articulaciones y forma buenos hábitos. Y, lo que no es poca cosa, relaja y promueve un buen descanso.