FUNCIÓN DE GALA
• A las 21 en el teatro Alfredo Guzmán de Banda del Río Salí (9 de Julio 415).
Un cante profundo se abre paso entre las palmas que marcan el ritmo y la guitarra que lleva la melodía. Un zapateo varonil y el despliegue en el aire que dejan las faldas floridas completan la escena, para contar la historia de algún desgarro emocional o de una profunda alegría, donde respira el alma del flamenco.
Esta noche, en el teatro Alfredo Guzmán de la Banda del Río Salí, ese arte folclórico español se hará presente en una gala especial, con la presencia de una veintena de bailaoras que tomaron un seminario de formación con el tucumano Daniel Antonio Corres, quien hace cinco años dejó la provincia para perfeccionarse en la Capital Federal, aunque regresa frecuentemente. La voz estará puesta por el cantaor Maximiliano Serral, todos con la guitarra del cubano Allier Díaz Ferrer, radicado en Tucumán hace una década y dedicado al crecimiento del género.
Corres es el responsable de las coreografías y el bailaor principal de la función. Comenzó en el flamenco en la academia de su madre, el estudio de danzas Navarro (algunas de sus alumnas estarán hoy sobre las tablas), al que sumó su formación en la carrera de Danza Contemporánea de la Facultad de Artes de la UNT. “El mundo del flamenco es muy grande, es un crisol, una amalgama de diferentes aportes culturales. En lo que tiene que ver con el baile específicamente se enriqueció con otros aportes. Actualmente está muy influenciado con las artes escénicas y con lo contemporáneo en la línea que sigo, lo que permite que la danza tome otro color y otra forma, y es lo que reflejo en mi estilo coreográfico, que no es lo tradicional sino que tiene mucho desplazamiento, acorde al baile grupal y al lugar donde se presenta”, destaca.
La función implicará, además, una despedida transitoria, porque el tucumano ganó una beca de formación del Fondo Nacional de las Artes y partirá por un año a Sevilla para vivir el flamenco en su capital mundial.
El bailaor resalta que en Tucumán “la escena se viene transformando recientemente, hay mucho más flamenco que hace cinco años, está creciendo fuertemente y mucho se lo debemos a Allier; desde que él está radicado acá, el género es otra cosa porque necesita de músicos de su calidad para evolucionar”.
A partir del elogio, el guitarrista toma la palabra: “desde hace un tiempo a esta parte está apareciendo más en la cartelera; subir al escenario tiene un plus sensitivo por todo lo que se mueve alrededor y por el contacto con la gente, y es muy importante que haya cada vez más espectáculos en Tucumán”.
“Ya tengo mi vida asentada en la provincia -reconoce-, y le debo mucho el afincarme al Pájaro Ausina, que le dio un enorme impulso a este arte. Todavía falta crecer mucho, hay pocos guitarristas y percusionistas dedicados al género. Lo que más disfruto es acompañar en el baile y en el cante, donde lo central es el compás, antes que dar conciertos solistas”.
El músico asume que, al llegar a la Argentina, desarrolló un sentido del género diferente del que había aprendido en la isla. “En Cuba hay mucho flamenco, la herencia recibida de España es muy fuerte y se toca distinto que acá, con mayor presencia de la percusión afrocaribeña, que se nota en el baile sobre todo. Esa mezcla de culturas arrastra bagajes diferentes que se fusionan. Todos nos acercamos lo más posible a su sentido íntimo, pero también a partir de los orígenes de cada uno. Lo disfrutamos con el mayor respeto a sus reglas estéticas, aunque con aportes personales. Una misma bulería sonará con un estilo propio según quién la interprete, lo que no está bien ni mal”, asevera.
Hace ocho años, Díaz Ferrer abandonó su provincia adoptiva (el primer lugar donde se radicó tras dejar Cuba y adonde retornó) y se fue a la Capital Federal. Entonces conoció a Serral, con quien compartió escenarios y vivencias a partir de que el vocalista dejó el baile (su primera vocación, a partir de sus raíces familiares) y pasó al cante. Se reencuentran en la función de hoy.
“Empecé con el baile a los 20 años y a los 32, me dediqué a cantar -repasa Serral-. Una cosa va ligada a la otra, sólo me falta aprender a tocar la guitarra, lo que me parece imposible. Lo fundamental es llevar adentro la cuestión musical auditiva, porque el flamenco es muy complejo desde lo rítmico y lo melódico. Hay que tener una gran percepción y capacidad para discernir aspectos que no están con otras músicas. En eso tiene que ver mucho con nuestro folclore, con los vínculos entre el gaucho y el señor andaluz”.
Su estilo no responde a ninguna corriente estética, aunque el artista se identifica con la copla española. “No soy un exponente típico, escucho a todos y cada uno me inspira algo hasta lograr una forma personal de expresarme, que es individual e irrepetible”, sostiene.
A partir de su experiencia en recorrer todo el país, el cantaor (uno de los cinco en la Argentina dedicado a pleno al flamenco) reclama que “se terminen los egos, los celos y las tonterías que existen entre los artistas de una academia contra los de otra, porque se pierden oportunidades de crecer, hay que hermanarse y terminar con el individualismo”.