Si en los últimos años Atlético era un equipo que avanzaba de a grandes zancadas, como si fuese un atleta especializado en salto triple, ahora son meses en que un empate de visitante -incluso uno tan carente de belleza como el de ayer ante Huracán- puede ser considerado como un avance significativo para la carrera de obstáculos -o de embolsados- en la que el “Decano” parece participar en esta Superliga.
El 0-0 no vale tanto por lo que Atlético sumó sino por lo que evitó: cortó una hemorragia de ocho derrotas seguidas fuera del Monumental y ya no repetirá su peor racha en torneos de AFA, las nueve caídas al hilo que acumuló en la temporada 96/97 de la B Nacional.
Pero a falta de una nueva derrota, lo que Atlético sigue sin encontrar es el camino al gol: es el equipo con menos goles en el torneo, ninguno de visitante. Ayer su única chance real fue el tiro libre del final que Anthony Silva le atajó a Luciano Monzón, ya a los 49 minutos del segundo tiempo, sobre el final del partido.
A lo largo de un 0-0 que al menos le habrá generado trabajo extra a los oftalmólogos de la zona -por momentos fue un dolor de ojos-, Atlético demostró que sigue con el cemento fresco. Aún cuando el desarrollo era parejo, como en el primer tiempo, el “Decano” volvió a mostrarse como un equipo al que un par de avances fuertes del rival -sea cual sea, también los de mitad de tabla para abajo- lo dejan tambaleando.
Huracán no sólo mereció el gol sino que de hecho también lo convirtió: Juan Garro no estaba adelantado en el 1-0 que el árbitro Ariel Penel anuló cuando vio la bandera levantada del árbitro asistente número dos, Alejandro Scheneller.
La novedad -y la buena noticia- fue que, aún en esa vulnerabilidad ya conocida en las primeras fechas, esta vez Atlético consiguió mantener el cero en su arco: en el fútbol hay cuestiones que, a veces, simplemente ocurren. A ese gol no cobrado se le sumaron un par de notables atajadas de Alejandro Sánchez -con las manos y los pies, como ante Fernando Coniglio-, un cierre oportuno de Marcelo Ortiz sobre la línea y un tiro libre de Rodrigo “Droopy” Gómez que se estrelló en el palo. El ex San Martín venía de convertirle un gol a Defensa por la misma vía y desde el mismo lugar.
Sin mejorías en el rendimiento colectivo ni tampoco tanto en el individual, al menos Atlético tuvo un progresión en el resultado y eso, en un ambiente tan anímico como el fútbol, puede ser un buen punto de partida para lo que viene. De algo se tiene que aferrar el “Decano”.
El 0-0 y el desarrollo del partido comprobaron una vez más que Atlético puede tener un plantel competitivo -tal vez demasiado grande en edad- pero lo que todavía no conformó es un equipo. Y sin un funcionamiento aceitado, es difícil que las individualidades solucionen falencias que son colectivas.
Salvo por Sánchez y los cruces a tiempo de Bruno Bianchi para solucionar las filtraciones ofensivas del “Globo” como un plomero, en Parque de los Patricios fue difícil encontrar figuras “decanas”. La realidad es que Atlético, en lo que va de la temporada, no tuvo grandes actuaciones particulares ni grupales.
Sin un eje definido -no fue, otra vez, la mejor tarde de Federico Bravo-, Atlético resistió como pudo la superioridad del equipo local, que no habrá desplegado en la cancha un festival de fútbol pero mereció claramente el triunfo en el partido. En esa dificultad, al menos el criterio de Ariel Rojas -aunque sin su mejor versión física-, el amor propio de siempre de Guillermo Acosta y el buen ingreso de Lucas Melano en el complemento sirvieron para maquillar una tarde sin brillo.
¿El arco rival? El arco rival sigue tan lejos como en el resto de la temporada: apenas una corrida de Augusto Lotti en el primer tiempo y el remate de Monzón sobre el final, pero nada que mereciera un gol, ese objeto que Atlético no encuentra como visitante desde la Copa de la Superliga: ya pasaron cinco partidos y 490 minutos. Ese planchazo de Javier Toledo a River que le dio tanta alegría, sigue siendo el último.