Juan Luis Manzur teje su poder sin prisa. A dos agujas, con punto elástico, como para que pueda acomodarse a cualquier cuerpo, y con paciencia, como la de las abuelas que con serena mueca sonriente hacen y deshacen las pasadas hasta que el género queda perfecto.
Con una de las agujas, el mandatario urde sus relaciones nacionales. La consagración de Alberto Fernández como presidente electo lo deja en estado de gracia. Manzur integra el selecto grupo de los “animadores” de su ingreso a la Casa Rosada. La presencia del sucesor de Mauricio Macri ayer en Tucumán, de gran parte de su posible Gabinete, de varios gobernadores, de los sindicalistas más fuertes y de empresarios de fuste confirman que el médico juega en las ligas mayores de la política nacional. Lanzó un punto fantasía en ese teje y maneje del “círculo rojo” y embelesó a las personas indicadas. ¿Manzur se dormirá en los laureles conseguidos? Todo lo contrario. A partir de ahora buscará afinar la sintonía con la Nación. Buscará colocar en los puestos provinciales con relación directa con el Gobierno nacional a hombres y mujeres que posean un pasado común con los funcionarios que elija Fernández. Quizás de ahí provenga su decisión de que Stella Maris Córdoba llegue al Instituto de la Vivienda: conoce bien a María Eugenia Bielsa, posible ministra de Infraestructura de la Nación. También cuidará su alianza con los barones bonaerenses -en especial con los líderes de La Matanza-, con los sindicalistas, todos necesarios para pensar en un futuro de mediano plazo que lo haga soñar con una estadía prolongada en la Capital Federal. Pero para ello falta mucho.
Por eso también teje con la otra aguja, la que dedica a trenzar su estructura en Tucumán. El gobernador entendió que lo que decía “Mostaza” Merlo no era broma: para salir campeón hay que ir “paso a paso”. Eso viene haciendo el gobernador. No se salteó escalones en su rápido ascenso político y, como llegó con estructura prestada, se dedicó los primeros años de gobierno a tratar con cautela a los dueños de la “calle”. Y de los votos. Primero, evitó pelearse con quien lo ungió sucesor, José Alperovich. Le dio la espalda recién cuando avizoró que podía vencerlo si se aliaba a Osvaldo Jaldo. Pero el “Huracán” del interior sopló tan fuerte en las elecciones de medio término de 2017 que el gobernador entendió que su casa era de paja. Como en el cuento de Los Tres Chanchitos, comenzó a edificar una más firme. En eso trabaja ahora, con los cimientos de ser el hombre fuerte nacional, que tiene el apoyo del presidente electo, el respeto de los líderes peronistas nacionales y del gremialismo pesado.
La muestra palpable está en la distribución del poder que se está dando estos días, con el recambio institucional de la provincia. Manzur colocó a la cabeza de dos instituciones políticas clave a hombres que responden directamente a sus órdenes: a Fernando Juri en el Concejo Deliberante de San Miguel de Tucumán y a Regino Amado en la Legislatura. Eso no es todo. También licuó el poder de gran parte de la dirigencia histórica o de peso del peronismo oficialista con estructura “propia” al poner a Gerónimo Vargas Aignasse en la vicepresidencia primera de la Cámara. El ex diputado es un hombre suyo. Ya electo lo sentó en su mesa y lo llevó en su gira por EEUU. Vargas Aignasse será su voz en la Legislatura y su símbolo de que hay un manzurismo. El mensaje fue claro. Muchos lo entendieron en silencio y otros a los gritos.
Llegó la hora de ese nuevo “ismo” y por ahora Jaldo parece dispuesto a mantener a rajatabla la alianza política que forjó con el gobernador. Tampoco tiene demasiadas opciones. Manzur hoy es un dirigente poderoso, con la capacidad de seducir a una estructura que desarme la que hace tiempo mantiene el tranqueño. También puede cerrarle el grifo presupuestario sin demasiados inconvenientes a la Legislatura y dejar al vice sin billetera con la cual sostener su ejército. Habrá paz durante un tiempo entre la dupla gobernante, pero no será eterna. Durará lo que demande la codicia y las apetencias personales de unos y otros. Manzur teje con el tiempo eterno de las mecedoras y la ambición -hasta aquí- sin techo de sus puntos acertados. Será cuestión que esa voracidad no le juegue en contra porque semanas atrás ya experimentó que cuando la cabeza se eleva hacia el cielo es más fácil que hagan blanco las palomas. Aparecerán los enemigos dispuestos a pegarle y disputarle el liderazgo. Habrá que ver si sus agujas se convierten en espadas o si debe forjar un escudo con el cual defenderse.