Por Máximo Hernán Mena
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
El 23 de junio de 1802, Alexander von Humboldt y el botánico francés Aimé Bonpland trataban de llegar a la cima del volcán Chimborazo, en el actual Ecuador. Hacía dos años que Humboldt había llegado a América desde España y en esa época se pensaba que el Chimborazo era la cima del mundo. Humboldt quería llegar hasta allí para observar todo desde un lugar donde nadie estuvo antes. Mientras ascendían, ambos naturalistas realizaban mediciones, tomaban muestras de la vegetación y, sobre todo, registraban cada detalle en cuadernos. Finalmente, Humboldt estuvo muy cerca pero no consiguió llegar a la cima del Chimborazo, como tampoco años después pudo cumplir con su sueño de ascender por las cumbres del Himalaya. Sin embargo, desde ese viaje, comenzó a ver la naturaleza como una totalidad, donde cada planta y animal formaba parte de un gran ser vivo: la naturaleza se revelaba como una red inextricable y fascinante, desplegada ante los ojos. Eso será su obra y su famosa Naturgemälde: una gran pintura de la naturaleza.
Vidas y biografías
En la actualidad, hay numerosos intelectuales que se dedican a revalorizar la obra de Humboldt, entre ellos se encuentra Hans Magnus Enzensberger o el investigador alemán Otmar Ette quien, en las dos conferencias que dictó en Tucumán, supo vincular las obras y las miradas de Humboldt y Goethe. El poeta alemán le señaló a Humboldt la importancia de “ver las ideas” y de dejar trasuntar la propia subjetividad y sensibilidad en la mirada científica. Como señalaban los románticos: “la naturaleza sólo se podía comprender mediante la introspección”. Esto lo destaca también Andrea Wulf en La invención de la naturaleza (Taurus, 2017), un completo recorrido por la extensa vida del naturalista alemán, desde su nacimiento el 14 de septiembre de 1769 en Berlín, su muerte en 1859, y hasta la influencia que ejerció sobre el presidente norteamericano Thomas Jefferson, el naturalista Charles Darwin, el revolucionario Simón Bolivar, los escritores William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Henry David Thoreau, entre otros. Alexander, junto con su hermano Wilhelm von Humboldt, destacado investigador de la lingüística y de la teoría política, tuvieron numerosos encuentros con Goethe, Schiller y otros intelectuales decisivos de la época. Los hermanos Humboldt compartieron el afán por tratar de comprender el mundo y lo humano.
Europa y América
Alexander von Humboldt nunca se sintió cómodo en Berlín ni en Alemania, a pesar de que se había formado en ese país y de que terminó viviendo casi toda su vida allí. Prefería escribir y vivir en el París de la época, en ese entonces un gran centro intelectual, y por sobre todo viajar. Tal vez le hubiera gustado volver a América después de la travesía que realizó entre 1799 y 1804 y que cambió su mirada del mundo para siempre al visitar lugares tan disímiles como Venezuela, Ecuador, México o los Estados Unidos. En este viaje reafirmó su rechazo acérrimo a cualquier forma de esclavitud o de colonialismo porque para él no existían pueblos o etnias superiores a las demás.
Claves de Humboldt
Sería muy difícil resumir los importantes y variados aportes de Alexander von Humboldt en estas breves líneas. Sin embargo, se pueden señalar algunas cuestiones claves sobre su figura. Humboldt puede ser considerado como uno de los primeros en señalar el impacto negativo de la deforestación en los ecosistemas. Por otro lado, siempre tuvo en claro la importancia de la divulgación de la ciencia y del conocimiento con un estilo que conjugara la “escritura científica con la descripción poética”. En ese sentido, lo visual, las imágenes en los libros, cumplían un rol fundamental porque le permitían al lector viajar y mirar lo mismo que había observado el explorador: eran una forma del viaje.
A los sesenta y cinco años, Humboldt comenzó a escribir el Kosmos, y luego entregó el manuscrito del quinto y último Tomo a los ochenta y nueve años. Aún a esa edad deseaba ver y escribir el mundo como un explorador, con una mirada joven. Como el fiel testigo de una época que atento a su presente miraba siempre desde las cimas del futuro: “la infinitud del espacio se refleja en nosotros”.
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Máximo Hernán Mena - Doctor en Letras por la Universidad
Nacional de Córdoba. Becario Postdoctoral del CONICET.