“De pie”, dijeron los policías a las 10 en punto. Como un tren japonés, Enrique Pedicone ingresó a la sala del quinto piso del edificio judicial ubicado en la calle España de esta ciudad. Allí lo esperaban los codefensores del senador José Alperovich, Ariel Sosa y Augusto Garrido, socio del letrado porteño Mariano Cúneo Libarona; Ricardo Santoro, asesor jurídico de la denunciante, que se sentó en un lugar donde podía observar el acto sin ser observada, y la ciudadanía que llenaba la zona destinada a los espectadores. Impaciente, Pedicone puso en evidencia que faltaba el fiscal Carlos Sale: dos minutos después, este ingresó al recinto junto a la auxiliar Luz Becerra. A partir de allí, todo transcurrió con la celeridad de una saeta. A las 11.10, Pedicone ya se había “levantado” contra la Justicia porteña y resuelto que prosiga en Tucumán la investigación de los supuestos abusos sexuales ocurridos aquí hasta que la Corte Suprema de Justicia de la Nación baje el martillo a la discusión sobre la competencia.

Un debate técnico, áspero y burocrático adquirió dimensión humana gracias a esta audiencia oral y pública sin parangón en la historia institucional. En principio pareciera que Alperovich, que no compareció a la audiencia pese a que estaría en la provincia, salió ganador puesto que él había provocado la intervención de Pedicone al apelar la decisión de Facundo Maggio, juez de Instrucción en lo Penal N°2 de San Miguel de Tucumán, que había enviado la causa a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Pero el camarista advirtió que la pretensión de esa jurisdicción de concentrar la pesquisa de la presunta violación “hería” la Constitución puesto que antes un juez nacional, Osvaldo Rappa, había resuelto que la acumulación de denuncias proceda en Tucumán. Con ese criterio, Pedicone recetó una solución provisoria: que Maggio primero consiga las actuaciones que ya había remitido a Rappa y que, luego, avance con las medidas investigativas pertinentes hasta que el máximo tribunal del país se lo permita.

Aunque Santoro había pedido el rechazo del recurso incoado por la defensa de Alperovich, el letrado se marchó satisfecho puesto que su interés era que la investigación comenzara de una buena vez. Milagro Mariona, vocera de la denunciante, acentuó ese beneplácito antes de abandonar la sala (se había ubicado en la primera fila, cerca de Federica Pedicone, la hija del magistrado). El fiscal Sale, que dictaminó en contra de la posición del ex gobernador, no disimuló su malestar con el pronunciamiento: según su criterio, no cabían dudas de que correspondía transferir las actuaciones a la CABA para que allí se encarguen de ver si hubo delito.

Protegida por el espejo con dos caras de la oficina de los equipos de videograbación, la denunciante siguió el acto de ayer sin exponerse a las cámaras que lo registraron. Desde allí pudo ver, tal vez, cómo Pedicone “luchaba” con el atril de madera que había llevado para colocar sus códigos -hasta que se resignó y lo sacó del estrado-, e incitaba a las partes a redondear sus exposiciones. En particular, el camarista “cortó” varias veces a Sale, que de entrada planteó que estaba de acuerdo con la oralidad mas no con la publicidad de la audiencia en la medidas en que ella podía vulnerar las leyes y tratados que protegen la intimidad de la denunciante (en particular, mencionó la norma “Micaela”). El fiscal se quedó solo con esa diferencia puesto que Santoro expresó que la sobrina de Alperovich quería que la sociedad supiese lo que sucedía. “Creemos justamente lo contrario (a Sale). Este acto tiene que ser público”, dijo el abogado. Otra vez, el rostro del fiscal, que nunca había desempeñado la función de acusar en una audiencia convocada por Pedicone, reflejó su desencanto.

“¡Caramba!”

“Esta presidencia está en las antípodas del secretismo. El Ministerio Público Fiscal ha sacado fotocopias del expediente, es decir, del incidente incompleto con el que contamos”, dijo Pedicone, que rechazó el planteo contra la publicidad de la audiencia, en referencia al hecho de que Maggio se había desprendido de la causa principal. Y trajo a colación su desazón respecto de la divulgación en medios nacionales de los detalles relativos a las presuntas violaciones. “Es repudiable, y me parece propicio pedir a la prensa recato y respeto”, expresó. Para entonces habían comenzado a retumbar en la sala los cánticos entonados contra Alperovich en la calle.

Sin pasar a un cuarto intermedio, el camarista recapituló los argumentos de la defensa, del fiscal y de la denunciante, y se concentró en el ataque a la sentencia de su par nacional Mariano González Palazzo. “¡Caramba!”, exclamó en tres momentos diferentes para manifestar la perplejidad que le causaba que aquel juez haya fallado en el mismo sentido que Maggio -y revocado el fallo de Rappa- pese a que, según su criterio, carecía de facultades para hacerlo. Pedicone afirmó que este proceder resolvía la disputa a costa de introducir riesgos de nulidades. “Si toleramos que un tribunal carente de potestad, como el porteño, decida qué jurisdicción es competente, estaríamos aceptando con normalidad insólita, la elusión de la ley y la convalidación del forum shopping”, dijo en la resolución que, una hora y media más tarde, la Cámara distribuyó. Antes había citado al doctrinario José Cafferata Nores para asegurar que iban a ser válidas las pruebas acumuladas aquí y allá hasta que la Corte nacional resuelva la cuestión peliaguda de la competencia territorial.