El kirchnerista José Jorge Alperovich volvió a perder la oportunidad de mostrar con hechos su muletilla de que no le teme a la Justicia. El tres veces ex gobernador y representante de la provincia de Tucumán en el Senado mantuvo el invicto, y reincidió ayer en la postura de ausentarse de los actos judiciales orales y públicos que le atañen personalmente. Esta propensión a la inasistencia pareciera trascender los recintos tribunalicios para convertirse en una marca registrada: fue el senador que más veces faltó a las sesiones de la Cámara Alta durante 2019.
Si bien Alperovich no estaba obligado a presentarse ante la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Instrucción, sino que podía mandar a sus defensores -como finalmente hizo-, su participación en la audiencia habría incrementado la credibilidad de su versión además, claro está, de la proyección de una conducta ejemplar hacia la sociedad. Un representante del pueblo no debería ser menos que los cientos de ciudadanos que a diario son convocados por el Poder Judicial para dilucidar presuntos hechos ilícitos, máxime cuando el camarista Enrique Pedicone celebró la audiencia en virtud de un recurso de apelación articulado por el propio Alperovich.
La tan temida foto en el sector de la sala del fuero penal reservada para los imputados pudo ser evitada una vez más, pero el vacío resultó elocuente. Sobre todo porque la denunciante sí acudió a la cita institucional que había generado el denunciado: aunque permaneció resguardada, la sobrina del ex gobernador asumió el riesgo de la eventual exposición. Aquel gesto también implica un mensaje para quienes tratan de descifrar la verdad oculta entre los pliegues de esta causa lacerante.
Alperovich desnudó una debilidad. Goza de la presunción constitucional de la inocencia, pero no se atreve a mirar “a los ojos” a la sociedad representada en la “galería”, como llama Pedicone al espacio de los espectadores de la audiencia. Esa actitud da la razón a quienes dicen que el senador se siente por encima de los jueces y de la obligación republicana de rendir cuentas. En Alperovich todo resulta curioso puesto que, en su carácter de jefe de Estado provincial, designó a Pedicone y a Carlos Sale, fiscal de Cámara, los dos integrantes del Poder Judicial que intervinieron en el acto. Pero nada bastaría a quien actuó como un caudillo y todavía se aferra a este rol. Ese funcionario aún puede elegir no ser “público” cuando de la Justicia se trata, pero la preferencia luce insólita ante denuncias que precisamente ponen en tela de juicio su vida privada.