NOVELA
NUESTRA PARTE DE NOCHE
MARIANA ENRÍQUEZ
(Anagrama - Buenos Aires)
Lo siniestro, dice Freud, anida en lo familiar. La escritora Mariana Enríquez lleva esa idea un paso más allá y construye en Nuestra parte de noche un mundo perturbador hecho de la materia de sus obsesiones: la tradición del fantástico, los poetas malditos, el rock y la política. Y de ese modo logra que el terror se vuelva el espejo sombrío de la historia reciente de nuestra región.
La historia atraviesa la vida de tres generaciones de un clan familiar argentino que domina una secta macabra capaz de definir el destino de las personas, las tierras y la economía de la zona. Cualquier coincidencia con la realidad no es casualidad. En ese marco, Juan es el médium de la organización, permanece esclavo de los designios de los líderes, pero al mismo tiempo, es el único capaz de convocar a la Oscuridad, una especie de monstruo todopoderoso y sin forma. La esposa de Juan muere en un accidente extraño, y él decide evitar que su hijo Gaspar siga su destino trágico. Se vuelve, por supuesto, un antihéroe antagónico y hermoso.
No hay que caer en el error de pensar que el terror vuelve la narración rústica. Por el contrario, la escritura de Enríquez es de una exquisitez deslumbrante; conjuga la prosa de Stephen King y la poesía de Alejandra Pizarnik. Los ritos demoníacos, las mutilaciones, los niños encerrados en jaulitas y los campos de ahorcados son imágenes arrancadas a un cuadro de Leonora Carrington. El horror de los cuerpos habla, en el fondo, del horror de la realidad. Las pesadillas, por supuesto, son una consecuencia colateral de la lectura.
Así y todo el carisma de padre e hijo lleva a pensar en el tipo de belleza irresistible de las estrellas de rock, al estilo David Bowie, o los poetas malditos como Rimbaud. Claro que la asociación no es caprichosa, mientras que los personajes encarnan figuras idealizados, en la historia viajan con un libro de arte, leen poesía y escuchan el mejor rock anglosajón.
Y eso no es todo, bajo el vértigo del argumento de terror, surgen varias líneas narrativas que trazan arcos completos sobre temas como la paternidad, el poder, el amor romántico, la amistad, la libertad sexual. Resulta imposible no quedar subyugado con las escenas pansexuales, alejadas de los prejuicios religiosos, y capaces de atrapar el placer sensual de los cuerpos, más allá de los géneros.
Sin embargo, hay un tema que nuclea todos los demás: la herencia. No solo en la historia central de Juan y Gaspar, sino también en las tramas secundarias que abordan de forma distintas la misma pregunta, ¿es posible escapar de la historia familiar?
Sin duda la diversidad de capas que conforman la historia y el recorrido por las décadas del 60, 70 y 80 hacen de Nuestra parte de noche una novela total. Dicho más fácil, en el huracán de los hechos sobrenaturales suenan los ecos de las dictaduras militares, el poder del narcotráfico y las mafias de distinto signo que en los últimos siglos tienen un poder impune como ese monstruo sin forma que simula desvanecerse, y en verdad, muta para volver a atacar. Y sí, nuestros peores miedos actuales encuentran en la trama su dibujo demencial.
© LA GACETA
Perfil
Mariana Enríquez nació en Buenos Aires, en 1973. Es licenciada en Comunicación social y subeditora del suplemento Radar de Página/12. Es autora, entre otros libros, de Bajar es lo peor, Los peligros de fumar en el cama y Las cosas que perdimos en el fuego (premio Ciutat de Barcelona a la mejor obra en lengua castellana en 2017). Sus relatos han aparecido en antologías de España, México, Chile, Bolivia y Alemania.